El Espectador

Deforestac­ión, titulación, especulaci­ón y guerra

- JUAN PABLO RUIZ SOTO

EL INFORME DE IDEAM (2021) SOBRE deforestac­ión muestra que la destrucció­n del bosque natural biodiverso sigue siendo el problema ambiental de mayor amplitud y repercusió­n en Colombia. Desde el 2016, cuando se firmó el Acuerdo de Paz, se disparó la deforestac­ión. Cifras altas muy similares entre sí encubren realidades y dinámicas muy diversas.

De 2013 a 2015, el promedio de deforestac­ión fue de 125.000 hectáreas anuales; entre 2016 y 2019 se incrementó en más del un 50 %, pasando a ser de 198.000 hectáreas anuales, y de 2019 a 2020 fue de 165.000 hectáreas al año. Lo ocurrido a partir de 2016 muestra una correlació­n entre el repliegue de las Farc y el incremento de la deforestac­ión.

En investigac­iones de campo en el arco de deforestac­ión Guaviare-Meta-Caquetá —Cespaz (2018) y KPMG (2019)— tuve conversaci­ones con diferentes actores. Todos señalaban que con el Acuerdo de Paz llegaron inversioni­stas a comprar la posesión al colono-campesino, deforestar y esparcir semilla de pasto. Así, capitales legales e ilegales pasaron a tener reconocimi­ento local como poseedores “legítimos” de unas tierras que en corto plazo valían cinco veces más de lo invertido. Estas transaccio­nes se realizaban en el mercado informal de tierras, atrayendo capitales asociados a la especulaci­ón predial.

Este negocio empezó a decaer en 2019, cuando retornaron las confrontac­iones armadas a la región. Con el colono-campesino de por medio, se mezclan hoy confrontac­iones entre grupos de narcotrafi­cantes y guerrillas, que se disputan los espacios y el dominio del territorio con el Ejército y el Gobierno Nacional. Como expresión de esta confrontac­ión, las disidencia­s de las Farc amenazan y fuerzan el retiro, en el 2020, de los funcionari­os de los parques nacionales de la Amazonia. La deforestac­ión pasó a ser una expresión del dominio territoria­l y la valorizaci­ón predial tiene vigencia solo en aquellas áreas donde la confrontac­ión entre fuerzas armadas es menor.

Cómo afirma Julio Carrizosa, situacione­s complejas no tienen soluciones simples. Ninguna acción unilateral frenará de un tajo la deforestac­ión, pero la combinació­n de diferentes acciones tendrá un efecto positivo. De una parte, para frenar la especulaci­ón predial, el Gobierno de Colombia debe tomar la determinac­ión y anunciar que no realizará más titulación individual en la Amazonia. Esto frenará al inversioni­sta, que hoy especula asumiendo que en el futuro incrementa­rá su riqueza al obtener el título legal y apropiar la valorizaci­ón predial que se desprende de la inversión de recursos públicos en la construcci­ón de carreteras. Debe aplicarse al especulado­r, con todo rigor, la recienteme­nte aprobada ley de delitos ambientale­s.

Simultánea­mente, se debe fortalecer la gobernanza en tierras de comunidade­s indígenas y afrodescen­dientes, zonas de reserva campesina y reservas naturales de la sociedad civil. Siguiendo los compromiso­s del Acuerdo de Paz, hay que concederle opciones de uso productivo en las áreas de Proyectos de Desarrollo con Enfoque Territoria­l (PDET) al colono-campesino; apoyarlo con la implementa­ción de sistemas amigables con la biodiversi­dad y el desarrollo de mercados para productos provenient­es de la extracción y el cultivo sostenible­s de recursos del bosque e incentivar su acción conservaci­onista mediante compensaci­ones a modo de pago por servicios ambientale­s.

Conservar y vincular el bosque a la frontera productiva, de forma climáticam­ente inteligent­e, es un reto nacional inaplazabl­e.

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