Las iniciativas de las comunidades étnicas para evitar el reclutamiento
Desde crear escuelas de construcción de paz y deporte hasta armar cursos para identificar minas antipersonales hacen parte de las estrategias de los líderes y lideresas de estas regiones, que buscan alejar de la guerra a los jóvenes.
La primera vez que Yurani Bañol Hoyos se encontró de frente a un guerrillero fue en medio de una escuela de liderazgo juvenil a la que llegó desde Riosucio (Chocó) para acompañar, precisamente, a otras comunidades del consejo comunitario de La Larga y Tumaradó, ante los problemas que no cesaban por la presencia de los grupos armados. Era 2011 y, recuerda bien, las antiguas Farc estaban en una escalada violenta en el país. El objetivo de la escuela era que los jóvenes llegaran en “manada” para detener a la guerrilla y evitar que se tomaran, con las armas, los consejos comunitarios y resguardos indígenas.
La joven de 28 años, lideresa juvenil de Riosucio, dice que ese fue el comienzo de una carrera vocacional con la que busca trabajar con las comunidades mientras se le cumple el sueño de ser comunicadora social. Por ahora, estudia Contabilidad, porque era de las únicas carreras que encontró de manera virtual y accesible en el casco urbano de Turbo (Antioquia). Su familia y ella vivieron el desplazamiento forzado y el despojo en el consejo comunitario de Pedeguita y Mancilla, en 1997, y desde entonces no han podido retornar a su tierra. “A veces tengo miedo por muchas cosas que pasan acá, por muchos jóvenes o líderes que han callado, pero uno sigue de pie es por la gente”, afirma.
Yurani fue una de las invitadas al más reciente Diálogo para la No Continuidad y No Repetición del Conflicto Armado, organizado por la Comisión de la Verdad el pasado 9 de julio en Apartadó (Antioquia). Desde este escenario, pidió que Colombia volcara su mirada al Urabá antioqueño y el Bajo Atrato chocoano, donde la violencia continúa desbordada. A ella se sumaron nueve panelistas más, quienes coinciden en que las comunidades han tenido que tomar medidas de autoprotección para sobrevivir al reclutamiento de sus niños, niñas y jóvenes. Desde montar escuelas de deportes y construcción de paz hasta cursos para identificar las minas antipersonales hacen parte de las estrategias a las que han tenido que acudir para alejarlos de la guerra.
Jorge Hugo Jarupa Bailarín, gobernador mayor de nueve comunidades indígenas en el municipio de Turbo, explica que una de las mayores problemáticas es la vinculación de jóvenes a las guerrillas o grupos paramilitares. Aunque reconoce que es imposible dar una cifra de cuántos son los jóvenes reclutados, cree que ahora lo importante es crear estrategias para que no decidan enlistarse: “Lo que más nos preocupa ahora es que tenemos muchas personas con muchas necesidades insatisfechas, buscando la vida fácil, vinculándose a grupos armados porque ellos les ofrecen $1 millón mensuales, y eso es algo que nosotros jamás vamos a poder igualar si no tenemos un programa estable para ellos”.
La Unidad para las Víctimas reportó que, entre 2016 y 2019, en Antioquia se presentaron al menos 49 casos relacionados con la vinculación y utilización de niños, niñas y adolescentes a grupos al margen de la ley. El número, han advertido las organizaciones sociales, no refleja la realidad, pues existe un enorme subregistro y el reclutamiento se
‘‘Lo
que más nos preocupa es que tenemos muchas personas buscando la vida fácil, vinculándose a grupos armados”. Jorge Hugo Jarupa.