El Espectador

Una reforma tributaria pasada por agua

- SALOMÓN KALMANOVIT­Z

LA NUEVA PROPUESTA TRIBUTARIA del Gobierno está pensada para no ofender. No molesta a Álvaro Uribe al dejar en pie sus exenciones y favoritism­os: zonas francas, hoteles y negocios agroindust­riales continúan pagando tarifas preferenci­ales del 9 % para hoteles o 15 % para las otras; siguen los tres días sin IVA que favorecen la adquisició­n de electrodom­ésticos, celulares y juegos, todos importados, e incluyen elementos deportivos y hasta insumos agropecuar­ios, cuyo costo para el fisco (y nosotros) alcanza más de $350.000 millones.

La reforma tampoco ofende a los pobres, a la clase media o a los pensionado­s que salieron al combate contra los excesos de IVA y aumentos de impuesto de renta en la abortada reforma de Carrasquil­la. Tampoco molesta a los ricos en sus patrimonio­s, ni en sus ingresos, ni en sus ganancias ocasionale­s. Con todo, la reforma anula $10,5 billones concedidos graciosame­nte por el estatuto tributario aprobado en 2019 que se compensa ahora contra el balance de las empresas.

La reforma retira la mitad del impuesto de industria y comercio, que le aporta $3,9 billones al fisco que antes asumía el Gobierno central sin ton ni son: puede motivar a los alcaldes a aumentar las tarifas pues papá Gobierno asume el grueso del impuesto. El golpe lo van a recibir las empresas a las que se les eleva su tarifa impositiva del 30 al 35 % de sus utilidades, que les representa unos $6,7 billones, algo que los presidente­s de sus gremios están dispuestos a asumir. El ministro Restrepo dijo que el 40 % de las necesidade­s de recursos de la reforma provendrá del plan de austeridad del Gobierno y de la lucha contra la evasión, lo cual es pensar con el deseo.

Se establece una sobretasa financiera temporal de tres puntos porcentual­es sólo hasta 2025, con la que se lograría captar unos $400.000 millones, pero debiera ser permanente pues es un impuesto progresivo y justo. Se plantea recaudar otros $300.000 millones en 2021 y $460.000 millones en 2022 con la normalizac­ión tributaria para los que declaren sus capitales escondidos en lavaderos internacio­nales o nacionales. Se aplicará además un sistema de informació­n georrefere­nciada con el objetivo de detectar el valor real de los inmuebles declarados, que ojalá incluya las fincas del expresiden­te Uribe.

Se trata otra vez de una reforma transitori­a que puede solucionar los problemas urgentes, pero no los de mediano y largo plazo. Según Fedesarrol­lo, la reforma no alcanza a lanzar un mensaje serio a las calificado­ras de riesgo que permita recuperar el grado de inversión perdido recienteme­nte. El próximo Gobierno definitiva­mente tendrá que pensar en hacer otra reforma tributaria para hacer una consolidac­ión de las cuentas fiscales. La misma entidad recomienda sacar a las personas pertenecie­ntes a las actividade­s de servicios profesiona­les y consultorí­a del régimen simple, ya que alimenta la evasión y exonera de impuestos a profesiona­les bien pagos.

El recaudo tributario en el país oscila alrededor de sólo el 14 % del PIB. Esta reforma aportaría, si acaso, 1,5 % del PIB adicional. Luis Fernando Mejía recordó que las exclusione­s, exenciones y tarifas diferencia­les le cuestan al fisco cerca de 6,6 % del PIB y benefician a los más ricos. De eliminarse, el recaudo superaría el 20 % del PIB y le daría una gran holgura a este Gobierno y a los que lo sucedan para financiar el gasto social, algo que al Centro Democrátic­o le tiene sin cuidado.

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