(No) fue gol de Yepes
PASADA LA PARTICIPACIÓN DE COlombia en la Copa América, podemos decir que, en cuanto a folclorismo, ganamos por goleada.
Durante meses, incluso años, luego del partido contra Brasil en el Mundial 2014, nos quedamos repitiendo que “fue gol de Yepes”. Hace unos días tuvimos la reedición de aquel “gol de Yepes”, versión Pitana. Durante dos semanas hemos venido viendo, escuchando, analizando, explicando, volviendo a ver y analizando una jugada fortuita en la que el balón le da en la espalda al árbitro argentino en el partido que Colombia le ganaba a Brasil —otra vez contra Brasil— y después de ese momento, infortunado a todas luces pero parte del juego, nos empataron y nos derrotaron.
Así vamos, de tumbo en tumbo, siempre posando de víctimas.
Uno de los grandes responsables de que todo esto ocurra es el periodismo deportivo, “periodismo” que se acostumbró solo a eso, a transmitir eventos deportivos y no ayudando, desde o en torno al deporte, a construir una idea de pertenencia a una nación, a proyectos colectivos.
Nos acostumbramos a vivir de “noticias” de esos divos de nuestras selecciones, repitiendo taquitos y, claro, eso se vuelve un círculo vicioso, porque entonces el deportista también se acostumbra a que cualquier majadería se la celebren.
En selecciones serias, al otro día de una derrota, de una goleada, no se quedan buscando y justificando las tales injusticias ni los comportamientos de los rivales, sino que empiezan a planificar, tomar decisiones, reorganizar.
La culpa entonces es del otro. Siempre es la excusa y como el fútbol es el espejo en el cual mejor se mira la sociedad, también vemos cómo un presidente que gobierna hace tres años todos los días sale a echarle la culpa a otro de lo malo que está ocurriendo.
Nuestro presidente tiene a un señor P —a su Pitana— para expiar sus errores y nunca asume sus dificultades ni sus derrotas; sus estrepitosas goleadas.
Colombia, entonces, no aprende de sus derrotas ni en el deporte ni en su vida política. Solo interesa el relato de Caperucita y nunca el del lobo.
Y sin embargo, si queremos reclamar algo de grandeza en un futuro, Colombia debe asumir con entereza sus derrotas con la misma euforia que celebra los triunfos. Como país futbolero, tiene que asumir de una vez por todas que no fue gol de Yepes ni culpa de Pitana, que el problema fueron unos jugadores que no actuaron como profesionales en el campo de juego, que no asumieron su papel durante la totalidad del partido. Y sincerarnos, no insistir en que un partido contra Argentina, Uruguay o Brasil es “un clásico suramericano”; que estamos muy por debajo de esas y otras selecciones y empezar, en serio, a construir un proyecto para alcanzarlas o siquiera enfrentarlas con decoro.