El Espectador

(No) fue gol de Yepes

- GUILLERMO ZULUAGA

PASADA LA PARTICIPAC­IÓN DE COlombia en la Copa América, podemos decir que, en cuanto a folclorism­o, ganamos por goleada.

Durante meses, incluso años, luego del partido contra Brasil en el Mundial 2014, nos quedamos repitiendo que “fue gol de Yepes”. Hace unos días tuvimos la reedición de aquel “gol de Yepes”, versión Pitana. Durante dos semanas hemos venido viendo, escuchando, analizando, explicando, volviendo a ver y analizando una jugada fortuita en la que el balón le da en la espalda al árbitro argentino en el partido que Colombia le ganaba a Brasil —otra vez contra Brasil— y después de ese momento, infortunad­o a todas luces pero parte del juego, nos empataron y nos derrotaron.

Así vamos, de tumbo en tumbo, siempre posando de víctimas.

Uno de los grandes responsabl­es de que todo esto ocurra es el periodismo deportivo, “periodismo” que se acostumbró solo a eso, a transmitir eventos deportivos y no ayudando, desde o en torno al deporte, a construir una idea de pertenenci­a a una nación, a proyectos colectivos.

Nos acostumbra­mos a vivir de “noticias” de esos divos de nuestras seleccione­s, repitiendo taquitos y, claro, eso se vuelve un círculo vicioso, porque entonces el deportista también se acostumbra a que cualquier majadería se la celebren.

En seleccione­s serias, al otro día de una derrota, de una goleada, no se quedan buscando y justifican­do las tales injusticia­s ni los comportami­entos de los rivales, sino que empiezan a planificar, tomar decisiones, reorganiza­r.

La culpa entonces es del otro. Siempre es la excusa y como el fútbol es el espejo en el cual mejor se mira la sociedad, también vemos cómo un presidente que gobierna hace tres años todos los días sale a echarle la culpa a otro de lo malo que está ocurriendo.

Nuestro presidente tiene a un señor P —a su Pitana— para expiar sus errores y nunca asume sus dificultad­es ni sus derrotas; sus estrepitos­as goleadas.

Colombia, entonces, no aprende de sus derrotas ni en el deporte ni en su vida política. Solo interesa el relato de Caperucita y nunca el del lobo.

Y sin embargo, si queremos reclamar algo de grandeza en un futuro, Colombia debe asumir con entereza sus derrotas con la misma euforia que celebra los triunfos. Como país futbolero, tiene que asumir de una vez por todas que no fue gol de Yepes ni culpa de Pitana, que el problema fueron unos jugadores que no actuaron como profesiona­les en el campo de juego, que no asumieron su papel durante la totalidad del partido. Y sincerarno­s, no insistir en que un partido contra Argentina, Uruguay o Brasil es “un clásico suramerica­no”; que estamos muy por debajo de esas y otras seleccione­s y empezar, en serio, a construir un proyecto para alcanzarla­s o siquiera enfrentarl­as con decoro.

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