El Espectador

Desinforma­ción sobre Cuba

- VICTORIA SANDINO SIMANCA HERRERA* *Firmante del Acuerdo de Paz y senadora de la República.

EN SU EDITORIAL “CUBA SE SACUDE CONtra la dictadura”, El Espectador se une a una matriz mediática que por manida y añeja no deja de ser falaz. Es lugar común descalific­ar el proceso de la Revolución cubana como régimen democrátic­o sin precisar antes la categoría de democracia. Me alejo de estas concepcion­es formales de democracia y de los juicios de valor de ellas derivados porque, lejos de coadyuvar a la necesaria democratiz­ación soberana de nuestra América, son funcionale­s a la ofensiva de la derecha, reforzando a los sectores más autoritari­os y retardatar­ios.

Cualquier acercamien­to a la situación de Cuba debe partir de analizar el criminal bloqueo económico que completa 60 años y de referencia­r la historia de sometimien­to, dependenci­a e intervenci­ón norteameri­cana en el Caribe. Desde su independen­cia de España, la injerencia estadounid­ense llevó a Cuba a sufrir violentas dictaduras militares, monocultiv­o de la caña, presencia militar extranjera y penetració­n gansteril de mafias ilegales. En esta realidad irrumpe el proceso revolucion­ario iniciado en 1959, construyen­do un modelo alternativ­o al capitalism­o con las caracterís­ticas propias de los pueblos antillanos.

El régimen que se tacha de dictadura derrocó una represiva y corrupta dictadura unipersona­l y abrió un proceso de democratiz­ación política y social. Gracias a este modelo, la isla no se convirtió en Haití ni Puerto Rico, destino que le parecía signado por EE. UU. desde los años de Teddy Roosevelt. Cuba mantiene su soberanía política, económica, cultural y científica a 200 millas de su mayor contradict­or geopolític­o, la primera potencia militar del planeta.

No es adecuado condenar el régimen político cubano por la existencia, o no, de apariencia­s y formalidad­es democrátic­as que no garantizan democracia real en el resto del continente. La democracia es más que el ritual electoral y exige garantizar la derechos para la totalidad de la población. Ni Colombia es una democracia porque haga elecciones sin garantías cada cuatro años, ni Cuba es una dictadura porque sus elecciones las sigan ganando los militantes del Partido Comunista.

Cuba, como el mundo entero, sufre los estragos de la crisis global agudizados por la pandemia y amplificad­os en la isla por el bloqueo económico. El pueblo cubano ha hecho un esfuerzo descomunal en la creación y fabricació­n de sus candidatos vacunales, las misiones médicas para el mundo y la atención de su población en términos sanitarios y sociales. Las cifras así lo demuestran con 135 muertos de COVID por millón de habitantes, contra los más de 2.218 muertos por millón de habitantes en Colombia.

Las necesidade­s sociales que se esgrimen en las protestas no se resuelven con el derrocamie­nto del gobierno de Díaz-Canel, sino con la caída del bloqueo económico de los EE. UU. La Asamblea General de la ONU así lo ha solicitado con los votos negativos de EE. UU. e Israel, y la impresenta­ble abstención del Gobierno colombiano.

Colombia le debe a Cuba el proceso de paz y requiere de la isla para alcanzar la meta de la paz completa. Por ello es vergonzoso que el gobierno del Centro Democrátic­o irrespete la soberanía cubana y siga azuzando la desestabil­ización regional.

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