Desinformación sobre Cuba
EN SU EDITORIAL “CUBA SE SACUDE CONtra la dictadura”, El Espectador se une a una matriz mediática que por manida y añeja no deja de ser falaz. Es lugar común descalificar el proceso de la Revolución cubana como régimen democrático sin precisar antes la categoría de democracia. Me alejo de estas concepciones formales de democracia y de los juicios de valor de ellas derivados porque, lejos de coadyuvar a la necesaria democratización soberana de nuestra América, son funcionales a la ofensiva de la derecha, reforzando a los sectores más autoritarios y retardatarios.
Cualquier acercamiento a la situación de Cuba debe partir de analizar el criminal bloqueo económico que completa 60 años y de referenciar la historia de sometimiento, dependencia e intervención norteamericana en el Caribe. Desde su independencia de España, la injerencia estadounidense llevó a Cuba a sufrir violentas dictaduras militares, monocultivo de la caña, presencia militar extranjera y penetración gansteril de mafias ilegales. En esta realidad irrumpe el proceso revolucionario iniciado en 1959, construyendo un modelo alternativo al capitalismo con las características propias de los pueblos antillanos.
El régimen que se tacha de dictadura derrocó una represiva y corrupta dictadura unipersonal y abrió un proceso de democratización política y social. Gracias a este modelo, la isla no se convirtió en Haití ni Puerto Rico, destino que le parecía signado por EE. UU. desde los años de Teddy Roosevelt. Cuba mantiene su soberanía política, económica, cultural y científica a 200 millas de su mayor contradictor geopolítico, la primera potencia militar del planeta.
No es adecuado condenar el régimen político cubano por la existencia, o no, de apariencias y formalidades democráticas que no garantizan democracia real en el resto del continente. La democracia es más que el ritual electoral y exige garantizar la derechos para la totalidad de la población. Ni Colombia es una democracia porque haga elecciones sin garantías cada cuatro años, ni Cuba es una dictadura porque sus elecciones las sigan ganando los militantes del Partido Comunista.
Cuba, como el mundo entero, sufre los estragos de la crisis global agudizados por la pandemia y amplificados en la isla por el bloqueo económico. El pueblo cubano ha hecho un esfuerzo descomunal en la creación y fabricación de sus candidatos vacunales, las misiones médicas para el mundo y la atención de su población en términos sanitarios y sociales. Las cifras así lo demuestran con 135 muertos de COVID por millón de habitantes, contra los más de 2.218 muertos por millón de habitantes en Colombia.
Las necesidades sociales que se esgrimen en las protestas no se resuelven con el derrocamiento del gobierno de Díaz-Canel, sino con la caída del bloqueo económico de los EE. UU. La Asamblea General de la ONU así lo ha solicitado con los votos negativos de EE. UU. e Israel, y la impresentable abstención del Gobierno colombiano.
Colombia le debe a Cuba el proceso de paz y requiere de la isla para alcanzar la meta de la paz completa. Por ello es vergonzoso que el gobierno del Centro Democrático irrespete la soberanía cubana y siga azuzando la desestabilización regional.