La productividad en el siglo XXI
CUANDO HACE UNAS SEMAnas el Congreso aprobó la reducción de la jornada laboral de 48 a 42 horas, el revuelo causado no fue menor, con marcadas reacciones provenientes de algunas seguidillas que dicen defender la libertad de empresa, pantalla tras la cual buscan promover ideas fiscales regresivas y primordialmente los intereses de los empresarios. Su argumento radica en que a menor jornada laboral, menos horas de trabajo y, por ende, menos productividad. Es decir que, para ellos, la productividad es un fenómeno lineal según el cual a medida que más se trabaja, más se produce, algo no tan alejado de aquella realidad industrial de siglos atrás, en la que los trabajadores pasaban innumerables horas de trabajo realizando labores mecánicas repetitivas. Sin embargo, no estamos ya en una realidad decimonónica (para tristeza de algunos) y los avances tecnológicos han demostrado que, pese a estar inmersos en circunstancias adversas, se puede trabajar de manera flexible y seguir siendo productivos. Es esa flexibilidad temporal y espacial la que marcará la pauta del necesario replanteamiento de las relaciones laborales en el país. Desde 2019 empresas de talla mundial como Microsoft han experimentado con pilotos de reducción de la semana laboral de cinco a cuatro días por semana en países como Japón, encontrando aumentos en la productividad hasta del 40 %, una optimización de tiempos de trabajo y una reducción considerable de costos. Pero no se trata de un experimento exclusivo de compañías de tecnología en países disciplinados. La cadena de comida rápida Shake Shack adelantó pilotos similares, aumentando la tasa de reclutamiento significativamente. No es de extrañar que trabajadores, sin importar su cualificación, sientan incentivos para trabajar en compañías que entienden el valor holístico de la flexibilidad en su relación laboral. Y el futuro de la productividad no se detiene ahí. Hace más de una década se viene dando el debate acerca del trabajo mancomunado (crowdwork) como un siguiente paso necesario en la realidad industrial del siglo en que vivimos.
Sin embargo, es importante aclarar que, por prometedores que parezcan los escenarios de trabajo mancomunado, las realidades y consecuencias que puede generar son difícilmente previsibles, por lo que debe haber un soporte regulador razonable, ojalá desde una política pública laboral incluyente y representativa. ¿Cómo llegar a tal política? Mediante mecanismos participativos en los que se respondan pruebas de fuego fundamentales, como si estaría conforme con que su hijo o hija realizara ese tipo de labores. ¿Estaría satisfecho como trabajador? ¿Sentiría algún grado potencial de satisfacción laboral? ¿Se desarrollaría como parte integral de la fuerza laboral del país? Si la respuesta es no (y probablemente lo sea en el estado actual de cosas), habrá que reformular los mecanismos y tipologías que gobiernan las relaciones laborales en el país, lo cual necesariamente implicará actualizar los tipos de vinculación laboral existentes desde mediados del siglo pasado en beneficio de una mayor flexibilidad, sin que eso implique un detrimento en la calidad de vida actual y futura de los trabajadores, aspecto en el que figura necesariamente la importancia clave de un sistema integral de seguridad social.
Por último, cabe mencionar que históricamente se han visto cambios considerables en la productividad de un país, y no necesariamente debido a la reducción de la jornada laboral. Tal es el caso de Estados Unidos y el Reino Unido en la segunda mitad del siglo XX, donde el gasto público en educación del primero vio un aumento excepcional en la productividad laboral. En cambio, la productividad laboral en el Reino Unido se vio estancada al tiempo que la inversión pública en educación se veía reducida, siguiendo la infortunada moda del momento. Así las cosas, si le vienen a decir que la reducción de la jornada laboral en Colombia implicará la reducción en la productividad, no caiga en la trampa y rectifique: la productividad en nuestros tiempos es una función de flexibilidad espaciotemporal basada en una política laboral participativa y robusta, compromiso social con el desarrollo personal y profesional de todas las personas, y una priorización de la inversión pública en educación. No tiene nada que ver con la jornada laboral.
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