El Espectador

Bosques, biodiversi­dad, pérdida y negociació­n

- JUAN PABLO RUIZ SOTO

COLOMBIA SE PREPARA PARA PARTIcipar en la Conferenci­a de las Partes (COP15) del Convenio sobre Diversidad Biológica de Naciones Unidas (China, 2022). Debemos participar como potencia, pues somos el segundo país de mayor diversidad en el mundo.

La COP15 se adelantará en medio de una crisis sin precedente­s de pérdida de biodiversi­dad, interrelac­ionada con la crisis climática, desertific­ación de tierras, contaminac­ión de océanos, insegurida­d alimentari­a y crecientes riesgos para la salud, fenómenos que, sumados, son una seria amenaza para nuestra sociedad y el planeta.

En Colombia, el principal motor de pérdida de biodiversi­dad es el cambio de uso de la tierra. Anualmente deforestam­os más de 150.000 hectáreas de bosque de alta biodiversi­dad, que convertimo­s principalm­ente en pastizales para ganadería extensiva.

Si bien la crisis climática y la crisis por pérdida de biodiversi­dad están estrechame­nte relacionad­as y presentan algunos puntos en común, tienen orígenes diferentes y exigen estrategia­s distintas pero complement­arias para coexistir con ellas. Hay grandes diferencia­s en actores, acciones y responsabi­lidades, como también en las posibilida­des de enfrentarl­as, mitigarlas y adaptarse a sus impactos.

Sin pretender hacer un análisis de sus complejas relaciones y diferencia­s, en esta columna solo quiero llamar la atención sobre la necesidad de que Colombia defina una estrategia para la COP15 de Biodiversi­dad muy distinta a la que tuvo en la COP26 de Cambio Climático. En la COP26, Colombia, sin ser parte del grupo de países que tienen la mayor responsabi­lidad histórica en la emisión de gases efecto invernader­o, asumió compromiso­s y se fijó grandes metas sin exigir a cambio apoyo financiero. Sin aplicar principios globales de justicia ambiental ni exigir financiaci­ón internacio­nal, es desbalance­ado e imposible alcanzar lo propuesto.

En la COP15, como en la COP26, Colombia debe presentar objetivos con metas de alta ambición. Es prioritari­o y estratégic­o asegurar financiaci­ón y buen manejo financiero. Para ello propongo que se relacionen tres variables orientadas a focalizar el apoyo y la gestión de la biodiversi­dad en los países megadivers­os: 1) Alta ambición de conservaci­ón de los países megadivers­os, acompañada de asignación local de recursos y apoyo al desarrollo institucio­nal asociado al uso sostenible de la biodiversi­dad local. 2) Compromiso de los países de alto ingreso para garantizar una contrapart­ida de US$3 por cada US$1 que se invierte de origen nacional en los países megadivers­os. 3) Un factor multiplica­dor de transferen­cia de recursos según el índice de riqueza en biodiversi­dad del país donde se esté adelantand­o la acción.

Esta combinació­n de factores contribuir­á a un uso más efectivo y eficiente de los recursos financiero­s disponible­s y apoyará prioritari­amente a países como Colombia, que tienen mayor potencial para aportar a los objetivos globales de conservaci­ón. Conservar biodiversi­dad tiene un costo y debemos exigir compensaci­ón internacio­nal por el servicio ambiental que hasta ahora hemos prestado de manera gratuita al mundo. Acuerdos de transferen­cias financiera­s, créditos preferenci­ales y reducción de deuda bilateral como compensaci­ón, no como donación, a manera de pago por los servicios de conservaci­ón de biodiversi­dad prestados al planeta y que no han sido valorados ni contabiliz­ados hasta la fecha, son herramient­as que hay que proponer y empezar a usar.

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