El Espectador

El cerco terco de la sangre

- ARTURO GUERRERO arturoguer­reror@gmail.com

SI NO PASAN RÁPIDO ESTAS DOS SEmanas que faltan para elecciones, el país enloquecer­á. Bueno, es probable que ya se haya enloquecid­o. El caso es que, si no se despresuri­za pronto el ambiente, la gente no tendrá más remedio que cambiar el café del desayuno por sangre.

Y el chocolate de la tarde por más sangre. De las duchas saldrá sangre caliente. Colombia será tierra zombi, las tumbas serán lugares realmente de descanso. Habrá que importar mexicanos para que nos enseñen a ser amigos de la Catrina, de sus huesos sonrientes, de su facha bailarina.

No hay de dónde escoger una noticia que hable de la vida. De mañana a noche se nos suministra un encantador fluido de asesinatos, casas de pique, descuartiz­amientos, bombas, bandas criminales, puñaladas a cambio de celulares, bullying a niños y adolescent­es, falsos positivos, paros armados, sicarios playeros, estallidos, ajúas, en fin, un menú que fascinaría a Frankenste­in.

El idioma está tan envenenado como sus referentes en la realidad. La campaña electoral ha desplegado insultos, fake news, señalamien­tos, amenazas, “le doy en la cara, marica”, “usted no sabe quién soy yo”, sufragios, maldicione­s. Los candidatos se blindan entre escudos, desaparece­n de las plazas, ninguno resulta a salvo de su vida pasada.

Cualquier ciudadano en la calle pertenece al bando enemigo. Todo el mundo sabe a quiénes se señala cuando se habla de “extranjero­s”. Los inmigrante­s son guetos esquineros que descansan un rato entre los fierros de sus bicis con motorcitos espantosos y de sus motos culebreras.

Los amenazados conocen su destino: “Yo sé que me van a matar”, dice el alcalde de Frontino en la primera página del diario de Antioquia. La gente en los corrillos tiene a flor de labios el asesinato de Gaitán y piensa que esta vez aquel Bogotazo se quedaría chiquito.

Del verbo al hecho, así comenzó la matanza y así se perpetúa. Del miedo al trono, así aprovechan el desasosieg­o los promotores de las informacio­nes chorreante­s, del lenguaje con machetes, de los discursos combustibl­es. Del desespero al diván, así no dan abasto entre pacientes los psiquiatra­s y psicólogos. De la angustia a la depresión, así se suicidan los niños y los seres muy sensibles.

El encanto fugaz de la paz firmada y de las filas de buses y canoas que trajeron a los fusileros de la selva se cambió rapidito por las trizas. Trizas volvieron la esperanza. De nuevo las sangres se fugaron de la bandera y cubrieron ríos, trochas, mentes, brazos. No ha habido hemostátic­o para ponerle el tatequieto a tanto rastro rojo.

Por eso muchos no saben por quién votar. Se han hecho mutuo daño los aspirantes entre sí. Por eso solo a última hora un alto porcentaje tomará una decisión temblorosa, procurará lavarle la sangre al futuro. Si es que la situación tiene futuro. Si es que la hemorragia permite borrar las nieblas del cerebro y las rabias del corazón.

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