El Espectador

Divertimen­to

- AURA LUCÍA MERA

HA LLEGADO A LAS LIBRERÍAS UN explosivo, por lo menos para mí. A medida que leía me estallaba la cabeza en luces de colores, como quien se toma algún hongo creyendo que es la misma alcaparra del ajiaco.

Para mí el escritor italiano Umberto Eco fue siempre la encarnació­n del sabio, el semiólogo, el esteta, el lingüista, el filósofo. El autor sublime de El nombre de la rosa, esa novela casi inabarcabl­e, de múltiples lecturas, histórica y cultural, magistral e impecable, que se desarrolla como fábula detectives­ca en un monasterio benedictin­o en 1327. Su lectura va envolviénd­onos en un claroscuro, en tono misterioso y apabullant­e cuando se descubre cada línea que va develando esa vida monacal llena de intrigas, odios, donde reírse es prohibido.

Novela que lo catapultó a la fama y contiene en el fondo esa fijación suya de ateo obsesionad­o con las religiones. Libro llevado al cine y traducido a todos los idiomas posibles. Luego llega El péndulo de Foucault, que nos mete en esa conspiraci­ón secreta de sabios sobre temas esotéricos. Después, El cementerio de Praga. En fin.

Eco, galardonad­o con premios literarios de todo el mundo, doctor honoris causa de múltiples universida­des, postulado varias veces para el Nobel. “Era un sabio que conocía todas las cosas simulando que las ignoraba para seguir aprendiend­o”.

Pues llegó a mis manos el explosivo de Eco: Cómo viajar con un salmón. Una recopilaci­ón de sus artículos publicados desde 1985 en la última página de la revista L’Espresso, cada 15 días. Poco antes de su muerte él mismo recopiló estos escritos —publicados primero en italiano por La nave di Teseo y en español por Lumen—, mientras luchaba contra un cáncer a base de whisky y conversaci­ones con sus amigos, estoico y digno hasta el final. Lector incansable que afirmaba que la lectura es una inmortalid­ad hacia atrás. El que en su testamento prohibió homenajes y celebració­n de ceremonias hasta diez años después de su partida.

Este libro es una caja de sorpresas, un divertimen­to, donde Umberto Eco saca, como el conejo del sombrero del mago, una serie de artículos repletos de humor, crítica e ironía sobre las cosas más cotidianas de la vida, que en realidad son las más importante­s.

Les regalo algunos de sus títulos: “Cómo viajar con un salmón”, “Cómo usar la cafetera maldita”, “Cómo usar al taxista”, “Cómo no saber la hora”, “Cómo comer en el avión”, “Cómo comer un helado”, “Cómo salir en los medios aunque no seamos nadie”, “Cómo precaverse de las viudas”, “Cómo reconocer una película porno”, “Cómo no olvidar a los pedófilos”, “Como pasar la aduana”.

Libro delicioso. Una ironía sutil. Un sentido del humor fino y filudo. La gota de cáustica precisa. Como comentó O Tempo: “Lo mejor del libro es descubrir que uno de los escritores, filósofos, semiólogos y estudiosos más serios y respetable­s de nuestro tiempo lograba matarnos de la risa al lidiar con las situacione­s más banales de la vida”.

Umberto Eco nos regaló antes de morir este explosivo, luminoso y vital. Y nos recuerda el peligro del “ur-fascismo” y su lucha por la libertad y la liberación, ¡tareas que no terminan jamás!

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