El Espectador

Primero la primera

- DANIEL GARCÍA-PEÑA

EN MENOS DE DOS SEMANAS ES LA primera de dos vueltas para elegir al próximo presidente de Colombia. Los franceses, que se inventaron el sistema de las dos vueltas, dicen que en la primera se debe votar por el mejor y en la segunda, en contra del peor.

Siguiendo la sabiduría de los franceses, votaré en la primera vuelta por Sergio Fajardo. Más allá de que su campaña haya sido efectiva o no, es la persona idónea para liderar el cambio en Colombia, hoy en crisis social y profundame­nte dividida.

Programáti­camente, Petro y Fajardo tienen muchas más cosas en común que discrepanc­ias. Petro no es tan radical como lo pintan ni Fajardo es tan tibio como lo acusan. La diferencia está en el talante. Mientras el primero significar­ía la continuida­d y profundiza­ción de la polarizaci­ón, el segundo podría unir al país pese a las discordias.

Muchos amigos me dicen que, según las encuestas, Fajardo ya no tiene oportunida­d y, por tanto, es un voto perdido. Según la matriz de opinión dominante, el asunto ya está reducido a Petro y Fico, adelantánd­ose a la lógica de la segunda vuelta, olvidando que aún estamos en vísperas de la primera.

También ha calado la campaña del petrismo que indica que es necesario ganar en la primera vuelta porque si hay segunda ganará Fico. Hay varios problemas con esto. En primer lugar, el triunfo en primera no parece factible. Adicionalm­ente, hay una contradicc­ión lógica: si piensan que Petro efectivame­nte sí puede ganar en primera vuelta, ¿por qué dudan que lo podrá hacer en la segunda? Perder implicaría que casi todos los votantes de Fajardo, Rodolfo Hernández y los demás se fueran para donde Fico, lo cual es improbable, por no decir imposible.

Pero, sobre todo, un triunfo de Petro en la primera vuelta no es deseable para la democracia. Si ya muestra claras señales de megalomaní­a, imagínese cómo sería si llegara a ser coronado en primera vuelta. El único que lo ha logrado ha sido Álvaro Uribe, en 2002 y 2006, y todos sabemos cómo terminó eso.

Lo que sí sería saludable para nuestra democracia, si efectivame­nte la segunda vuelta llegase a ser entre Petro y Fico, es que Fajardo saque muchos votos en la primera, así como Rodolfo y los demás, para propiciar las alianzas y los diálogos propios de las democracia­s multiparti­distas. Un acuerdo programáti­co de Fajardo y el Centro Esperanza con Petro y el Pacto Histórico sería un gana-gana. Su apoyo, especialme­nte si viene acompañado de una buena votación en la primera vuelta, sería decisivo para garantizar el triunfo de Petro y sentar las bases para un gobierno de centro-izquierda. Por tanto, un voto por Fajardo en primera vuelta, aun si no logra pasar a la segunda, es un voto útil. Por otra parte, si por algún milagro llegara a ganar Fico, al menos no podrían achacarle la culpa a Fajardo, como lo hicieron injustamen­te por el triunfo de Duque.

Por lo general, confío en las encuestas. Pero también sé que a veces se equivocan. Recordemos el 2016, cuando se pifiaron en Reino Unido con el brexit, en EE. UU. con Trump y en Colombia con el plebiscito. Está bien que sirvan para hacer el análisis político y que las campañas las usen para definir sus estrategia­s, pero no es bueno cuando los electores las utilizan para decidir por quién votar.

La única medición que vale es la que se hará en las urnas el 29 de mayo. No nos adelantemo­s a la segunda vuelta, que es en junio. Primero la primera.

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