El Espectador

Apostemos por el crecimient­o

- ÓSCAR CABRERA IZQUIERDO

FINALMENTE PARECE QUE SE EMPIEza a imponer el equilibrio en uno de los aspectos más importante­s de la reforma tributaria que ha propuesto el nuevo Gobierno: la fiscalidad de actividade­s productiva­s.

Me refiero particular­mente a la tributació­n combinada entre empresa y socio.

La dirección que ha tomado es la adecuada: reducción de la fiscalidad combinada de empresa y socio, aunque la solución planteada debe mejorarse para favorecer la competitiv­idad, atraer más inversión productiva al país, aumentar las tasas de empleo y reducir la formalidad.

Con el proyecto de reforma que originalme­nte se publicó, la tasa de tributació­n efectiva del socio de una empresa en el tramo máximo de renta, cuando se incluye la tributació­n de la empresa y la derivada del dividendo distribuid­o, estaba en el en torno del 60 %, sin incluir otros costos fiscales adicionale­s importante­s entre los que destacan el ICA y el GMF.

Parece que afortunada­mente el Gobierno está rectifican­do y reduciendo uno de los sumandos en ese elevadísim­o costo fiscal combinado del 60 % que traía la reforma original. Parecería que, sobre bases similares, la presión unificada va a estar en torno al 48 %, como seis puntos por encima de los países de la OCDE y más alta que en los vecinos Chile y México que la tienen en 40 % y 42 %, respectiva­mente. Seguimos saliendo mal en la foto con todo y la nueva propuesta, mucho más moderada en la fiscalidad conjunta.

Pero realmente la gran diferencia del sistema actual con los países de la OCDE estriba en el origen del recaudo: mientras Colombia recauda el 84 % directamen­te de las empresas, en los países de la OCDE este recaudo ronda el 55 %, es decir, se está benefician­do la tributació­n del inversioni­sta exageradam­ente en detrimento de la fiscalidad de la actividad productiva.

La ultima reducción en la progresivi­dad de los impuestos a los dividendos es una reacción a la exagerada propuesta inicial, pero sigue sin entrar en el fondo de la cuestión que es, en mi opinión, cómo generar atractivos para invertir en el país para los inversores potenciale­s, tanto locales como internacio­nales que, a la postre, aumenten la competenci­a y oferta a nivel local y permitan recorrer una senda de mejor y mayor empleo, crecimient­o, bienestar y equidad social. Se debería lograr que Colombia se vea competitiv­a frente al resto de los mercados.

El impuesto a la renta de las sociedades se encuentra establecid­o en el 35 %, el más alto de los países analizados, estando el promedio de esos países algo por debajo del 25 %. Ya sabemos que este 35 % no se correspond­e con la tasa efectiva recaudada dada la existencia de regímenes especiales y otro tipo de arandelas, pero, con acierto, estas ya están siendo en gran medida eliminadas en esta reforma.

Colombia no se ve bien como destino de la inversión, y sin inversión no se van a dar las condicione­s que ambiciona el país.

La respuesta que, en mi opinión, permite hacer este tránsito consiste en avanzar rápidament­e hacia el 25 % de fiscalidad a las sociedades aumentando paulatinam­ente la progresivi­dad a los dividendos. Esta iniciativa favorecerí­a el crecimient­o de la economía y, sin duda, contribuir­ía a un aumento en la equidad fiscal.

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