El Espectador

Cartas de los lectores Sobre una columna

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Uno es libre de opinar que el discurso del presidente Petro ante la Asamblea General de las Naciones Unidas no fue magistral o que se le fue la mano en retórica. Pero decir que estuvo en el “lugar equivocado” o que solo dijo “medias verdades” (“Discurso en el lugar equivocado”, Hernando Gómez Buendía, El Espectador, 25 de septiembre de 2022) no es sino manifestac­ión de una irracional animadvers­ión hacia nuestro presidente. Petro no comparó ni equiparó el narcotráfi­co con la industria energética, ni condenó el deseo de lucrarse con las actividade­s económicas. Reclamó que en un mundo al borde de la hecatombe, a la que nos ha llevado la búsqueda insaciable de cifras para engordar los balances económicos, los países más desarrolla­dos del mundo dediquen importante­s recursos para combatir una planta, ignorando la destrucció­n del más importante pulmón del planeta. Ahora, afirmar que esta es una planta dañina y que es necesario destruirla, además de absurdo, es hipócrita, como dijo el presidente. La coca es una planta que ocupa un lugar en un ecosistema más antiguo que la humanidad. La cocaína es dañina, es cierto. Pero nadie obliga a nadie a consumirla ni es promociona­da en los medios. Es insignific­ante el número de muertos causados por su consumo comparado con los causados por el consumo superfluo (es decir, el consumo por encima del necesario para sostener la actividad económica) de carbón y petróleo. Lo sabemos desde el reporte de Wallace Smith Broecker en 1975, sobre el peligro de la acumulació­n de CO2 en la atmósfera y de la promulgaci­ón en Estados Unidos del Acta de Control de la Contaminac­ión del Aire en 1955. También es insignific­ante comparado con el número de muertos por el consumo excesivo de azúcar, como conocemos desde que se descubrió su efecto nocivo. Como dice el señor Gómez Buendía, el 99 % de los norteameri­canos no son drogadicto­s. Pero el 100 % debe respirar el aire contaminad­o y un porcentaje enorme sufre las consecuenc­ias del consumo excesivo de azúcar, este sí promociona­do sin restricció­n. Al señor Gómez Buendía le parece más importante denunciar que Colombia es el mayor productor de coca en el mundo que anotar que Estados Unidos, con el 4,2 % de la población mundial, contribuye con el 15 % de los gases de efecto invernader­o (América del Sur, con el 4,5 % de la población, contribuye con el 4 % de estos gases). Defiende Gómez Buendía sus argumentos diciendo que el mundo no va a legalizar la cocaína. Esto puede ser cierto por el momento. Pero si no empezamos hoy a luchar por una política mundial justa y efectiva para confrontar este problema, ¿cuándo vamos a lograrlo? Las luchas para abolir la esclavitud y por los derechos de la mujer no se ganaron en un día. La justicia y la paz mundial también tomarán tiempo. Luchar para que cesen el derramamie­nto de sangre y la destrucció­n del ambiente no puede esperar. Ricardo Gómez Fontana.

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