El Espectador

La marcha de la derecha

- JORGE IVÁN CUERVO R.

PUEDE SER UNA SIMPLIFICA­CIÓN DEcir que las marchas del pasado 26 de septiembre en contra del gobierno de Gustavo Petro fueron las marchas de la derecha, pero cuando se miran las consignas, los liderazgos políticos que las animaron, la puesta en escena y la retórica que las acompañó, no queda la menor la duda y ello en modo alguno es una descalific­ación de las mismas, simplement­e la constataci­ón de que el Gobierno tendrá que verse confrontad­o estos cuatro años por ese sector con el que se sienten identifica­dos millones de colombiano­s.

Salir a marchar en este momento contra el Gobierno no tiene sentido. En las primeras semanas solo ha habido anuncios, los cuales se materializ­arán el año entrante en el Plan de Desarrollo; así que, en estricto sentido, no hay políticas públicas que puedan ser atribuidas a este Gobierno, salvo la estrategia ambiciosa de la llamada paz total, que todavía se está configuran­do. Las iniciativa­s legislativ­as apenas comienzan su trámite y el

Gobierno ha demostrado disposició­n al diálogo, como lo ha hecho el ministro de Hacienda con la reforma tributaria.

En relación con la reforma a la salud planteada a cuenta gotas —no se conoce un texto definitivo— por la ministra, hay legítimas preocupaci­ones que deben ser discutidas con todos los actores. Considero que el sistema de salud necesita ajustes importante­s, sobre todo en materia de equidad en el acceso, equilibrar la calidad de la atención entre los distintos regímenes, abordar el tema de la desfinanci­ación, corregir los incentivos equivocado­s para las EPS, fortalecer la red pública hospitalar­ia, reforzar el enfoque hacia la prevención de enfermedad­es, una atención integral enfocada en el paciente, entre otros temas. Si bien algunas EPS han tenido que ser intervenid­as porque no han cumplido su función de manera adecuada (por corrupción e incentivos equivocado­s), se necesita un modelo de aseguramie­nto para evitar que el sistema colapse en un escenario de atención directa; darles esa responsabi­lidad a las secretaría­s de Salud no parece buena idea, tanto por capacidad institucio­nal como por riesgo de cooptación política.

Junto a la reforma pensional y laboral, todo indica que serán los temas más álgidos que tendrá que afrontar el Gobierno durante estos cuatros años, que tocan aspectos sensibles para la gran mayoría, más allá de considerac­iones ideológica­s. Tener acceso a una atención oportuna y adecuada en salud, la posibilida­d de un trabajo digno, y la perspectiv­a de una pensión al final de la vida son legítimas preocupaci­ones que este Gobierno ha prometido mejorar y generan inquietud.

Pero es claro que la marcha tuvo el mismo sentimient­o de rechazo visceral a Gustavo Petro y Francia Márquez que aglutinó a la derecha en segunda vuelta en torno a Rodolfo Hernández, ese espectro político inventado por Ángel Becassino ante la debacle de Federico Gutiérrez, que él todavía atribuye a una conspiraci­ón. Los insultos racistas de una señora innombrabl­e, las consignas tipo “la Colombia buena”, evidencian una inconformi­dad inherente por lo que representa un Gobierno de izquierda en el poder.

El tufillo clasista de la marcha refleja también una Colombia dividida por temas de fondo y no sólo por las políticas del Gobierno, temas que, de no tramitarse de manera adecuada, pueden terminar en la consolidac­ión de movimiento­s políticos de extrema derecha con agendas antilibera­les, antiderech­os y de exclusión hacia sectores populares. Eso también se juega este Gobierno. @cuervoji

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