Son los de siempre
HAY VARIOS EPISODIOS QUE, AUNque distantes, tienen una profunda relación. Uno es el de esa señora vociferante que insulta a Francia Márquez, argumentando de paso que a los comunistas hay que matarlos y tirarlos al río, un hecho que se complementa con el de esa otra señora, aún más exaltada, que pide con voz gritona “resucitar” a Carlos Castaño. Por lo que se puede ver, el entorno de ambas grabaciones es la marcha opositora a Petro del lunes, en la que por supuesto no todo el mundo (supongo, espero) estaría de acuerdo con estas ideas. Por la horrible impresión que dan estas dos compatriotas vulgares e ignorantes, debemos agradecer que no se hayan difundido más videos de ese día. Los organizadores y algunos connotados opositores, caso de la periodista Vicky Dávila, hicieron saber su orgullo por el carácter pacífico de las manifestaciones, algo innegable. No hubo almacenes quemados ni jóvenes asesinados por la policía, lo que ya es mucho. Pero quedaron estas frases que son prueba de otro tipo de vandalismo, de otra forma de violencia, y que serán difíciles de borrar, pues, como escribió en algún lado Javier Marías, no podemos deshacer lo dicho ni lo oído, ni siquiera lo pensado, y así estas palabras lacerantes quedarán en el aire ya para siempre, revoloteando en la atmósfera contaminada del país al lado de otras, sus hermanas gemelas, sus hermanastras, como “le voy a dar en la cara, marica”, “plomo es lo que hay”, “usted es el que sobra”, y la gran madrastra, la frase que las contiene a todas y a la vez las permite, y que, como dice Alberto Salcedo Ramos, debería estar en el escudo nacional: “Usted no sabe quién soy yo”.
El otro hecho que me impresionó, revelado por la revista Cambio, es el del joven que va a la Universidad de los Andes en un Ferrari que vale $2.000 millones. Acá no se trata de una frase, sino de una imagen, pero es igual de violenta y vándala y esconde la misma ignorancia e idéntica grosería. Comprarle un Ferrari al hijo universitario para que eche pinta, qué gran idea en un país como el nuestro. Me gustaría ver una ecografía del cerebro de esos padres. Ah, ¿pero qué tenemos aquí? Resulta que son contratistas del Estado. ¡Eso explica mucho! Ese Estado que es el gran botín, el cofre nibelungo del que sacan la mayoría de nuestros honorables para ser más ricos y que, en cambio, es tan avaro con los pobres. “Trabajen, vagos”, es la frase que les deja alguien igual de grosera y envenenada que las señoras de los videos (y que debió aplaudirlas). Quien necesita o pide la ayuda del Estado es para ellos “vago”, pero los contratistas enriquecidos son personas decentes. ¿Gente de bien? En un país con los valores invertidos como el nuestro, sí. Acá la “gente de bien” no es la honorable y trabajadora, sino la astuta y bribona. La que ya se enriqueció con la contratación oficial, la que se robó Hidroituango y Reficar, la que fue cómplice de Odebrecht y la que, hace décadas, desmanteló Foncolpuertos. Es la gente que hoy se considera decente. Jamás lo dirán, pero celebraron el insulto a Francia y también creen que a los comunistas hay que matarlos y por supuesto resucitarían a Carlos Castaño. Y se mueren por un bonito Ferrari para su hijo. Son los mismos, son los de toda la vida. Siempre han estado ahí.