¿Polarizados nosotros?
EL RESULTADO SERÍA CREÍBLE SI NO fuera por nuestra proverbial tendencia a polarizarlo todo, como si no hubiese mañana. Dice el Trust Barometer, de la consultora Edelman, que Colombia es el segundo país más polarizado del mundo. A tan deshonrosa distinción llegamos mediante encuesta que indagaba qué tan polarizados estamos y si ello sería superable. Un bocatto di cardinale para ese desdoble psicológico que aprendemos desde la cuna y nos lleva a la cúspide del drama en nuestra manera de concebir la existencia.
Algo similar debe pasar con los argentinos, que ocupan, para orgullo suyo, el primer lugar, o con los suecos, que ocupan la sexta casilla. ¡Imagínense: los suecos! Ese es el riesgo de las encuestas, a menudo entendidas como catarsis, cuando se extreman respuestas para hacerlas creíbles.
Ayuda, claro, la pandilla de efectistas que se tomó por asalto las redes tras figuraciones fortuitas; periodistas que piensan que es compromiso opinar antes, o al tiempo, que informar; comunicadores que se creen periodistas solo porque tienen un público; políticos expertos en exacerbar aguas calmas, mientras entre bastidores se abrazan muertos de la risa; activistas que sienten que encarnan la verdad; y esa propensión general, no tan ingenua, a creerlo todo si hay margen de posibilidad, o a oponerse solo por llevar la contraria.
Quizás habría que desmitificar el abusado concepto de polarización, o zonas opuestas de pensamiento, y reemplazarlo por el de sectarización, ese sí seña de identidad de una parte de nuestra sociedad troglodita e hipócrita. Porque es difícil de encontrar, y eso daría para otro barómetro, un país como este, tan veleidoso, tan acompasado con tendencias por cambiantes que sean, de verdades transitorias, de ideologías acomodadas, que, así como no tiene óbice para subirse, porque sí, en el bus de la victoria, un segundo después se une al bando de los lapidarios. @marioemorales