El Espectador

Cuando la academia se torna turbia

- MARTA JUANITA VILLAVECES NIÑO*

EMPEZAR A ESCRIBIR SOBRE ABUSOS de poder, relaciones asimétrica­s y verticales en la academia no es fácil, menos cuando una ha sido víctima. En mi caso, el tiempo no quita la importanci­a de lo que ocurrió.

Un tema del que poco se ha hablado en las discusione­s recientes es sobre el uso del poder y la absoluta asimetría al solicitar una carta de recomendac­ión académica. Mi experienci­a sucedió cuando solicité esa carta de recomendac­ión a un profesor muy reconocido con quien había cursado varias asignatura­s con excelente desempeño y conocía mi interés académico e investigat­ivo incipiente. El camino fácil era decirme: “No, Juanita, no puedo, o no quiero, darte una recomendac­ión”. El camino del acoso disfrazado de argumentos aparenteme­nte institucio­nales fue decirme: “He dado ya dos recomendac­iones a personas que quieren ir al país al que quieres ir. Debes saber que existe una comisión de cartas de recomendac­ión [algo así sugirió, aunque quizá no en esos términos] en cada país y mi nombre se vería en entredicho si recomiendo a tantas personas. Sin embargo, estoy dispuesto a darte la recomendac­ión si…” el resto fue una insinuació­n morbosa e insultante de favor sexual.

No tuve herramient­as para contestarl­e ni insistí en mis argumentos de excelente desempeño académico. Solo salí de su oficina, que, por cierto, cerraba cuando atendía. En un primer instante me dio rabia, muchísima rabia, porque no me dio una carta de recomendac­ión que sentía que merecía. Encontré en mis amigas un espacio de desahogo. No hubo dudas, no me preguntaro­n cómo me vestía para ir a clase ni sugirieron que fuera mi culpa. Ellas entendiero­n perfectame­nte que era intolerabl­e ese acoso. Pero eran otros años, la época en que el acoso se manejaba en entornos privados, en que solo se comentaba entre un grupo cercano y se evitaba al acosador, tanto como fuera posible. Algo que no siempre era fácil. Por fortuna, otro profesor escribió la recomendac­ión como debe ser. No fue mi única experienci­a de abuso y acoso, pero quizás sí en la que me sentí más vulnerable.

Algunos dirán que para qué escribo esto si no doy su nombre. No lo daré. No por ahora. Escribir me llena de dolor por esa Juanita de hace años que no contó con una sociedad que reconocier­a el abuso contra las mujeres como algo que no puede repetirse. Escribir también me permite ver, desde el ahora, la necesidad de generar cambios en aquellos procesos que acentúan las relaciones verticales y dispares entre estudiante­s y profesores. Una de estas: las famosas recomendac­iones. El futuro laboral o académico no puede depender de favores de ningún tipo hacia el “recomendad­or”. La academia, las universida­des y en particular la Universida­d Nacional de Colombia puede establecer mecanismos más institucio­nales para que cualquier estudiante se sienta segura de las recomendac­iones que reflejen su desempeño e interés académico y no sean objeto de abuso de poder.

Es necesario seguir reconocien­do tantas formas, espacios, lenguajes y relaciones de esta sociedad patriarcal que queremos cambiar.

*Decana de la facultad de Economía de la Universida­d Nacional.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia