Luchas por la libertad
EL PERIODISTA TUCKER CARLSON HA sugerido recientemente que el asesinato es intrínseco al rol de un líder. Plantea que el homicidio se cuenta entre las herramientas que un gobernante tiene a su alcance para ejercer su autoridad. Emitió estas controvertidas opiniones poco después de una entrevista complaciente con Vladimir Putin, justo antes del trágico deceso de Alexéi Navalni. El disidente ruso encontró la muerte en uno de los temidos gulags de Putin, muy probablemente a causa de un envenenamiento. Por consiguiente, lo que realmente Carlson debería haber articulado es que los dirigentes optan por el asesinato de sus rivales cuando se ven acorralados y cuando la verdad, expresada de forma pacífica, los confronta. Frente a la muerte de su opositor, el mandatario ruso queda expuesto en toda su cobardía, fragilidad y mezquindad. En contraste, Navalni, a través de su fallecimiento, encarnó la valentía, la fortaleza y la lucidez de quienes están dispuestos a sacrificar e incluso perder sus vidas para desenmascarar la verdadera naturaleza del poder y abogar por valores trascendentales como la libertad.
La noticia de la muerte de Navalni irrumpió en mi vida mientras indagaba en los documentos históricos de mi abuelo Hubert Saurwein, quien lideró con valentía la resistencia contra Adolf Hitler en un valle del Tirol austriaco. Estos papeles desentrañan la valentía que mi abuelo y sus camaradas exhibieron en los años sombríos de terror y persecución. Ya la Gestapo había marcado la plaza donde ejecutarían a mi abuelo si lograban capturarlo. La cacería fue despiadada. Varias veces rozó la captura y solo gracias a un aviso oportuno mi abuelo y toda su familia, incluida mi madre, entonces de solo tres años, esquivaron el arresto inminente. Se refugiaron temporalmente en el ático de la casa parroquial de un pequeño pueblo, cobijados por la audacia de un cura. Al final, en los albores de mayo de 1945, las fuerzas bajo el mando de mi abuelo, compuestas por más de mil hombres, lograron desarmar a las SS en todo el valle, anticipándose a la llegada de las tropas estadounidenses. Mi abuelo aguardó en una habitación de hotel para recibir al comandante de las fuerzas aliadas y entregarle al general de las SS que sus hombres habían capturado. Eligió entregarlo, respetándole la vida.
En un manuscrito fechado un año después de la liberación, en 1946, mi abuelo delineó las razones que los llevaron a él y a sus allegados a erigir una resistencia contra Hitler. El texto subraya la imperiosa necesidad de oponerse y batallar por la libertad frente a los horrores del nazismo, haciendo hincapié en la imposibilidad de permanecer indiferente y en la disposición a sacrificar la vida si fuese necesario. Al leer las palabras de mi abuelo, mi mente vuela hacia Navalni y hacia la apatía prevalente en muchos de nosotros. Me pregunto sobre los principios por los que estamos dispuestos a luchar en la actualidad, no necesariamente hasta la muerte, pero sí al menos tolerando algunas molestias.