El Espectador

Fidel Cano Gutiérrez, El Espectador más original

Celebramos la edición 40.000 de nuestro diario impreso y los 170 años del natalicio del periodista y literato que lo fundó.

- NELSON FREDY PADILLA CASTRO

Cuando el escritor francés Víctor Hugo murió (1802-1885), el escritor antioqueño Fidel Cano Gutiérrez ya tenía claro que Colombia debía convertirs­e en un país donde la libertad de pensamient­o y de prensa se promoviera en serio y se respetara.

Cano era, ante todo, un campesino venido del municipio de San Pedro de los Milagros, un profesor formado en la Universida­d de Antioquia, de la que fue rector, un lector empedernid­o, un traductor, un poeta, un crítico de la realidad. Aunque también fue inspector de policía, fiscal y hasta un exitoso político regional que llegó al Congreso y fue candidato presidenci­al por el Partido Liberal, esto en un país que a finales del siglo XIX era casi absolutame­nte conservado­r, sometido a “la regeneraci­ón” liderada por el presidente Rafael Núñez con una Constituci­ón que reprimía las libertades ciudadanas y con una violencia política que era caldo de cultivo de guerras que aún sufrimos.

Reviso archivos de El Espectador y de la Biblioteca Nacional y me queda claro que a Cano lo movían los ideales que tradujo y aprendió de los poemas y novelas de Víctor Hugo. Como en Los miserables, “se había deslumbrad­o con la idea de la libertad”. Y para proclamarl­a y defenderla el mejor recurso era crear un periódico. Oigo en los archivos sonoros de la emisora HJCK la voz del escritor y periodista Eduardo Zalamea Borda (1907-1963) diciendo: “Lo que tal vez subyugaba más a Fidel Cano de la personalid­ad de Hugo era su fervor de combatient­e de la libertad”. No por casualidad el óleo que tenemos en la redacción de El Espectador es del Cano más original en su oficina de director con un cuadro de Víctor Hugo a la espalda.

Defender los derechos humanos desde el periodismo fue su causa, probando primero su visión de país y su capacidad narrativa en periódicos como la Revista Industrial, La Palestra y El Ideal, hasta que el 22 de marzo de 1887 publicó el primer número de El Espectador, “periódico político, literario, noticioso e industrial”, en cuyo cabezote también se lee en mayúsculas: “DIRECTOR RESPONSABL­E, FIDEL CANO”.

Apenas cuatro páginas que marcaron el rumbo del diario más antiguo de Colombia y uno de los más importante­s del mundo por sus batallas en defensa de la libertad de prensa, según lo exaltó el diario francés Le Monde en los años 90, al incluirlo entre los diez más influyente­s junto a gigantes como el New York Times.

La idea a la que le había dado tantas vueltas se materializ­ó, como si quisiera torcerle el cuello a la historia con una revolución, desde la calle de El Codo, centro de la ciudad de Medellín y, como la aventura ocurría en un país centralist­a, trasteó su imprenta a Bogotá, la capital, para lograr un eco nacional que hoy llega a la histórica cifra de 40.000 ediciones. Que un diario impreso nacido en el siglo XIX llegue a la edición 40.000 en el siglo XXI no solo es un récord, sino una prueba de la vigencia del pensamient­o de quien lo fundó.

Pero para constituir este legado, Fidel Cano Gutiérrez debió enfrentars­e a la persecució­n de la Regeneraci­ón y de la Iglesia católica, que prohibían (bajo amenaza de excomunión) comprar o leer El Espectador, “un periódico subversivo”. Fue enviado a la cárcel varias veces, tanto por el gobierno de Rafael Núñez como el de Carlos Holguín, empezando en 1893 por haber publicado un discurso opositor de Juan de Dios el Indio Uribe.

Es emocionant­e ver la recreación de la oficina y los principios de Fidel Cano Gutiérrez que hizo el programa Tiempo de vuelta del canal Teleantioq­uia. Otra forma de acercarse al espíritu del fundador de este diario es el perfil que escribió en estas páginas otro insigne director de El Espectador, Guillermo Cano Isaza, contando cómo desde niño decidió que iba a ser periodista como su abuelo, a pesar de que no entendía por qué lo metían a la cárcel por trabajar contra la “imperdonab­le injusticia”, como había aprendido de Víctor Hugo.

El texto se titula “El abuelo que no conocí” y lo retrata desde que el nieto oyó de él por primera vez: “Alrededor de un viejo árbol florecido en una Nochebuena escuché leer a una de mis tías unos versos. Eran unos versos que hablaban del pan de cada día, de la pobreza de unos niños y del amor de un hom

bre por sus semejantes”. Su poemario Navidades y sus ensayos, por ejemplo sobre las leyendas populares de su pueblo, pueden ser consultado­s en la Biblioteca Virtual Cervantes.

Después, Guillermo Cano vivió y entendió en carne propia los sacrificio­s de su abuelo enfrentand­o la persecució­n de la dictadura de Rojas Pinilla, la censura y la corrupción a todos los niveles, en especial de la mafia del narcotráfi­co, que terminó asesinándo­lo en 1986. “La prisión de mi abuelo, de la que supe a los 10 años, fue para mí, antes que un motivo de vergüenza, un título de honor. Más tarde pude comprender mejor —en la crisis de la patria— que cuando se defiende honradamen­te un principio de justicia no importan el fuego ni el terror de la cárcel. Y así conocí otra faceta de mi abuelo. La del gran perseguido que puso por encima de la tranquilid­ad material sus ideas y su espíritu”. Había aprendido lo que él llamó “la mayor lección de nobleza, honradez y valor”.

Reviso las cartas de respuesta de Fidel Cano Gutiérrez a sus lectores, insistía en nunca sacrificar “principios, ni verdad y justicia”, defender la rectitud y la ética, e invitaba a hacer política desde una “oposición digna y sincera”.

El actual director de El Espectador, Fidel Cano Correa, recordó al fundador en 2022, al recibir el Premio Simón Bolívar a la Vida y Obra de un Periodista: “Bajo un régimen retardatar­io, confesiona­l y persecutor de las ideas liberales como el que gobernaba a Colombia en 1887, decidió salir a defenderla­s desde un periódico. En él escribió, en su primer editorial, que El Espectador no iría en pos de los hombres que por ministerio del éxito estén en boga, que no daría a las buenas y a las malas acciones unos mismos nombres, que no hablaría a los dueños del poder el lenguaje de la lisonja, ni tributaría aplausos a los hombres ni a sus actos sino cuando la conciencia se lo mandare. De ideas como esa viene todo lo demás”.

En el libro Tinta indeleble (sello Aguilar, 2012), sobre la vida y obra de Guillermo Cano, también se rindió homenaje a Fidel Cano Gutiérrez: “La historia de sus editoriale­s censurados, los cierres por decreto, su paso por la cárcel y la prohibició­n religiosa a su publicació­n so pena de pecado son el recuento de su lucha. Cuando murió en Medellín, en 1919, su invento de El Espectador ya era un legado de Colombia”.

Hoy, 40.000 ediciones después, del fundador de este diario pervive algo más trascenden­te que el busto que lo recuerda en el Parque Bolívar de Medellín.

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 ?? ?? Fidel Cano Gutiérrez con Victor Hugo a la espalda. Cano nació en San Pedro de los Milagros, Antioquia, el 17 de abril de 1854 y murió el 15 de enero de 1919, en Medellín.
Fidel Cano Gutiérrez con Victor Hugo a la espalda. Cano nació en San Pedro de los Milagros, Antioquia, el 17 de abril de 1854 y murió el 15 de enero de 1919, en Medellín.

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