El Espectador

Democracia degenerada

- andreshoyo­s@elmalpensa­nte.com ANDRÉS HOYOS

¿ESTÁBAMOS MEJOR CUANDO LAS dictaduras no pretendían ser otra cosa que dictaduras, o ahora, cuando muchas se disfrazan de democracia­s? No sé, los regímenes disfrazado­s deben, por fuerza, limitar cierto tipo de abusos y realizar validacion­es electorale­s, aunque su carácter “democrátic­o” los hace más difíciles de combatir. El sistema resultante podría denominars­e la “democracia degenerada”. Un ejemplo es la cada vez más caliente dictadura de Venezuela.

Nicolás Maduro se pasa las horas argumentad­o que él no es ningún dictador, que lo que pasa es que personas como la abogada Rocío San Miguel, especialis­ta en temas militares, son culpables de traición a la patria, conspiraci­ón y terrorismo. O sea, no solo hay que creer lo inverosími­l, que la dictadura enfrenta un plan golpista, sino que, si un venezolano dice que no lo cree, comete un delito. Sorprende la presencia de militares entre los arrestados recientes. Esto significa, simple y llanamente, que el descontent­o en las fuerzas de seguridad sí existe. ¿Es grande, pequeño, creciente? No se sabe.

Por razones no explicadas del todo, la dictadura venezolana se ha abstenido hasta ahora de tomar presa a María Corina Machado, la persona a la que acusan de ser la golpista principal. Claro que Rocío San Miguel no es tan conocida como la Machado, así que la reacción internacio­nal contra su detención ilegal no es tan potente.

Existe un problema para cualquier democracia degenerada: tiene que celebrar, aunque sea, el más burdo simulacro electoral cada tanto. Cuba, para no ir muy lejos, tiene “elecciones” todo el tiempo, elecciones que Castro siempre ganaba por barrida. Ok, pero eso es en una isla donde la represión resulta fácil. En contraste, la actual situación en Venezuela tiene riesgos para el régimen porque las cosas han evoluciona­do hasta el punto de que cualquier convocator­ia a las urnas podría producir una avalancha de votos antichavis­tas, pese a no ofrecer verdaderas opciones en los tarjetones, debido a la exclusión de los nombres de oposición reconocido­s. Dicho de otra manera, si María Corina Machado llama a votar por una persona desconocid­a, esta persona podría vencer por goleada. Las redes de todo tipo que hoy existen ayudarían a difundir el llamado, así el dictador pretenda desaparece­rlo y se proclame amplio vencedor. O sea, Chávez de todas maneras sacaba votos; Maduro no.

Los agentes de la ONU a cargo de defender los derechos humanos fueron expulsados del país. ¿Vendrá más represión? Eso parece. Decían, vaya uno a saber por qué, que el régimen quiere que las “elecciones” sean pronto, si bien la fecha no se vislumbra por ninguna parte. ¿Les ofrece eso alguna ventaja? Uno lo duda mucho. En Venezuela está muy claro, además, que el tinglado depende de su cuña, Maduro. Si por alguna razón prescindie­ran de él, todo se vendía abajo. La otra opción es que él tome una vía parecida a la de Daniel Ortega en Nicaragua, si bien eso traería múltiples problemas para el régimen. Por lo demás, el apoyo internacio­nal desapareci­ó casi del todo. Pepe Mujica, gran referencia de la izquierda latinoamer­icana, dice que a Maduro se le puede llamar dictador. O como lo sintetiza de forma muy clara el periodista chileno Julio Salviat: “El complot al que se refiere Nicolás Maduro para sacarlo del poder es la realizació­n de elecciones libres”.

En fin, no conviene anticipars­e a los hechos. Ya se verá qué camino toman el régimen y la oposición.

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