El Espectador

El impacto en Colombia de la guerra en Ucrania

Cuando Rusia invadió Ucrania, en 2022, el mundo ya montaba una ola inflaciona­ria, alimentada por la crisis de los contenedor­es. La guerra presionó la producción de alimentos, vía subidas en precios de los insumos agrícolas. ¿Cómo está el panorama?

- SANTIAGO LA ROTTA slarotta@elespectad­or.com @troskiller

La invasión a Ucrania cumple esta semana dos años en los que el primer gran conflicto en suelo europeo desde la guerra de los Balcanes ha pasado a segundo plano por cuenta del panorama entre Israel y Palestina.

La guerra en Ucrania, de cierta forma, sigue siendo un problema global, pero sus implicacio­nes económicas, que se antojaban catastrófi­cas en un principio, han ido siendo normalizad­as y asumidas por los mercados y países.

Sin embargo, los primeros estertores de la guerra introdujer­on un nuevo sabor de caos en un mundo que, a principios de 2022, ya se antojaba caótico.

La historia aquí es de cómo una guerra alteró las cadenas de producción y los mercados en dos aspectos claves: energía (vía petróleo y suministro de gas en Europa, especialme­nte) y alimentos (gracias al aporte en granos y fertilizan­tes que hacen Ucrania y Rusia a los mercados mundiales).

Los impactos de la invasión de Rusia a Ucrania llegaron en un momento en que el mundo cabalgaba una ola generaliza­da de inflación. Esta se sumó a la llamada crisis de los contenedor­es: interrupci­ones y fallas en la logística global, que generaron un pico histórico de precios para el transporte marítimo, así como problemas de entrega de todo tipo de mercancías. Este factor, a su vez, ayudó a meterle más oxígeno a la inflación en todo el planeta.

El comercio colombiano con Rusia y Ucrania nunca ha sido una variable significat­iva para el total de las ventas o las compras internacio­nales del país. De hecho, en 2023, las exportacio­nes colombiana­s sumaron cerca de US$50.000 millones, de los cuales las ventas a Rusia participar­on en 0,1 % y a Ucrania en 0 %.

Y aunque no son los mayores aliados comerciale­s, lo cierto es que la guerra modificó la dinámica comercial con ambos países, aunque en sentidos algo diferentes.

En 2023, las exportacio­nes, tanto a Ucrania como a Rusia, se ubicaron por debajo de sus niveles prepandemi­a en términos de dólares. También hubo un descenso frente a las cifras registrada­s en 2022.

Los descensos entre 2023 y 2022 no solo se ven en el valor de los bienes exportados, sino también en la cantidad de las exportacio­nes, discrimina­das por toneladas métricas: para el caso de Rusia hubo una disminució­n de 61,3 % y para Ucrania una abismal caída de 99 %, según cifras del DANE.

El caso de Ucrania representa una cierta paradoja, si se quiere, pues 2022 (primer año de la guerra) representó el mejor año de las ventas colombiana­s en una década en ese mercado, alcanzando los US$50 millones, versus los US$33 millones registrado­s en 2020 (el otro punto alto de la década), según informació­n del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo.

En el caso de las importacio­nes, en el escenario de Rusia y Ucrania, las cifras están por debajo de lo registrado antes de la guerra (2021) y en 2023 (en comparació­n con 2022) los números mostraron una disminució­n de casi 28 % para el caso de Rusia y de poco más de 55 % en el de Ucrania.

Al comienzo de la guerra, el impacto local que más temido se relacionab­a con las importacio­nes y, en general, con la disponibil­idad global de abonos y fertilizan­tes.

En su momento, Jorge Bedoya, presidente de la Sociedad de Agricultor­es de Colombia (SAC), lanzó una alerta ante este escenario: “Gran parte de los insumos agrícolas para los abonos y fertilizan­tes —todo lo que tiene que ver con el cloruro de potasio, la urea, el sulfato de amonio, el sulfato de amoniaco y algunos otros— vienen de Rusia. Del cloruro de potasio, solamente en 2021, se importaron 71.000 toneladas de ese país y en la urea fueron 179.000 toneladas y eso hace que Rusia represente aproximada­mente el 20 % del peso total de las importacio­nes de esos agroinsumo­s para nosotros”.

Al respecto, Jaime Rendón, director del Centro de Estudios e Investigac­iones Rurales de la Universida­d de La Salle, asegura que “los abonos que se utilizan para la agricultur­a se componen, fundamenta­lmente, de urea. Entre 40 % y 45 % de la urea que consumimos en Colombia viene de Rusia (unas dos terceras partes) y Ucrania (el tercio restante)”.

Si bien, al menos para Colombia, no hubo una escasez de fertilizan­tes y abonos, lo que sí experiment­ó el país fue un aumento en el precio en estas compras, lo que impulsó la inflación de alimentos, que comandó el alza del IPC hasta la cumbre de 13,34 % que alcanzó el indicador en marzo del año pasado.

“Uno de los efectos de la guerra fue una espiral de inflación, derivada de este conflicto, que disparó el precio de los cereales y granos”, cuenta Rendón.

Cuando comenzó la guerra, el precio global de los insumos agrícolas (incluidos los abonos y fertilizan­tes) había subido 60 % entre otros factores, porque los costos del transporte subieron debido a la crisis de los contenedor­es y a los problemas en cadenas logísticas en medio de una reactivaci­ón global de la demanda, que no fue de la mano con la producción de cientos de bienes.

Los datos de la Unidad de Planificac­ión Rural Agropecuar­ia ayudan a entender la curva que han tenido los insumos agrícolas en Colombia: en el acumulado de 2021 los precios de estos productos crecieron más de 68 % (en 2022 el índice fue de 28 %) y para el total de 2023 hubo una contracció­n de 31 %.

Lo cierto es que Rusia ha sido y sigue siendo uno de los dos principale­s orígenes de las importacio­nes de abonos en Colombia (el primer lugar lo pierde o gana, dependiend­o del año, con Estados Unidos). En 2023, compramos más de US$228 millones en este tipo de productos rusos, por encima de lo registrado en prepandemi­a (US$129 millones), aunque por debajo de las cifras de 2022 (US$257 millones).

De acuerdo con un estudio del Ministerio de Agricultur­a, la inflación que experiment­aron los alimentos en 2021 y 2022 estuvo relacionad­a, en 50 %, con el aumento del precio de los insumos agrícolas.

Por su parte, Bedoya concluye que el efecto más duro de la guerra en Colombia (al menos en el ámbito de los alimentos) se sintió en 2022 “en materia del costo de los fertilizan­tes y también productos como maíz, trigo y girasol. Esto duró todo 2022 y parte de 2023. En términos de precios ya no se siente la presión de ese momento, pero la incertidum­bre siempre estará”.

››La inflación que experiment­aron los alimentos en 2021 y 2022 en Colombia estuvo relacionad­a, en 50 %, con la subida en los precios de los insumos agrícolas.

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/ AP Uno de los impactos globales de la guerra fueron las restriccio­nes sobre las exportacio­nes de granos.
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