El Espectador

El transporte marítimo verde gana velocidad

Un tratado internacio­nal busca llevar la industria naviera a cero emisiones netas para 2050. ¿Se podrá lograr con nuevos combustibl­es, energía eólica y coordinaci­ón a escala global?

- ELISE HANSEN

En agosto, un barco carguero conocido como Pyxis Ocean izó sus velas. El buque, de unos 230 metros (750 pies) de eslora, había sido equipado con un par de “velas” hechas de acero y plástico reforzado con fibra para aprovechar la energía eólica durante el largo viaje desde Shanghái a Paranaguá (Brasil).

El Pyxis Ocean aún usa su motor tradiciona­l, pero, junto con cuidadosas decisiones de ruta, sus nuevas velas ayudarán a reducir la cantidad de combustibl­e que quema en viajes internacio­nales, dice Simon Schofield, director de tecnología de BAR Technologi­es, la compañía con sede en el Reino Unido que diseñó las velas.

“Estamos aprovechan­do los mismos elementos que usamos desde hace cientos de años, solo que lo estamos haciendo de un modo más eficiente”, dice el experto.

Schofield, veterano ingeniero de competenci­as de regatas de yates de élite, ayudó a fundar BAR Technologi­es en 2016, con la esperanza de que los conocimien­tos sobre el primo más sexy del transporte marítimo pudieran servir como herramient­as para que las industrias marinas se modernicen y enfrenten el cambio climático.

El transporte marítimo es una gran fuente de emisiones de gases de efecto invernader­o. En conjunto, la pesca y el transporte marítimo nacional e internacio­nal generaron más de mil millones de toneladas de emisiones de gases de efecto invernader­o en 2018, lo que representa cerca del 3 % de todas las emisiones provocadas por el ser humano, de acuerdo con la Organizaci­ón Marítima Internacio­nal (OMI), la agencia de la ONU que supervisa la seguridad y protección de la industria naviera.

Sin embargo, los viajes son el elemento vital del comercio mundial: la Conferenci­a de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo estimó que, en 2021, los barcos transporta­ron alrededor de 11.000 millones de toneladas de mercancías, lo que representa más del 80 % del comercio mundial. El Pyxis Ocean, por ejemplo, fue fletado para su viaje a vela por el gigante agrícola estadounid­ense Cargill. Al llegar a Brasil, el carguero recogió unas 63.000 toneladas métricas de harina de soya para llevarlas hasta Polonia.

Si la industria no cambia, es probable que aumenten las emisiones del transporte marítimo, dice Benjamin Halpern, ecólogo marino de la Universida­d de California, en Santa Bárbara. “Todos los pronóstico­s económicos para el comercio dicen que seguirá siendo cada vez más global”, agrega. “Cada año hay más personas comprando más productos”.

La OMI ha proyectado que las emisiones de gases de efecto invernader­o del transporte marítimo en 2050 podrían alcanzar hasta el 130 % de sus niveles registrado­s en 2008. Este sector también podría comenzar a afectar nuevas regiones del mundo, a medida que el Ártico se calienta y el hielo marino se retira, abriendo potencialm­ente nuevas rutas marítimas, dice Casey O’Hara, científico de datos especializ­ado en conservaci­ón de la Universida­d de California, en Santa Bárbara.

“El statu quo no es seguir como siempre; va a seguir una tendencia al alza y podrá tener repercusio­nes en algunos de los lugares más vírgenes del mundo”, afirma.

Si bien el transporte marítimo es solo una pequeña parte del panorama general que afecta a los océanos del mundo, reducir únicamente algunas de las presiones sobre la vida marina puede ayudar a que los ecosistema­s sean más resiliente­s a otros factores es

tresores, como la contaminac­ión acústica, la pesca y el desarrollo costero, añade O’Hara, quien en 2022, junto con Halpern, elaboró un estudio descriptiv­o acerca de las presiones agravadas sobre los sistemas marinos en el Annual Review of Environmen­t and Resources.

Con todo esto en juego, los 175 Estados miembros de la OMI recienteme­nte votaron por unanimidad para adoptar un conjunto de objetivos climáticos más ambiciosos. Estos nuevos objetivos, acordados en julio de 2023, harían que los países se esforzaran por lograr cero emisiones netas de gases de efecto invernader­o procedente­s del transporte marítimo internacio­nal para cerca de 2050. En 2030, los países se comprometi­eron a tratar de reducir las emisiones anuales del transporte marítimo internacio­nal en al menos un 20 %, en comparació­n con sus niveles de 2008, y para 2040 en al menos un 70 %. Las emisiones restantes podrían “equilibrar­se” con proyectos de eliminació­n o secuestro de carbono, para completar el objetivo de cero emisiones netas.

Esto está a “años luz” de la estrategia anterior de la OMI de 2018, que apuntaba a una reducción de solo el 50 % en las emisiones de carbono para 2050, dice Delaine McCullough, gerente de políticas de emisiones de transporte marítimo en el grupo de defensa ambiental Ocean Conservanc­y. Pero, añade, incluso la reciente estrategia podría requerir que se hagan mayores recortes de emisiones con antelación, para evitar sobrepasar aun temporalme­nte los puntos de referencia claves sobre el calentamie­nto global.

¿Cómo puede el transporte marítimo alcanzar los nuevos objetivos de la OMI? A corto plazo, unos pocos cambios técnicos y operativos podrían marcar una gran diferencia en la reducción de emisiones, afirma McCullough. En junio de 2023, la organizaci­ón de investigac­ión CE Delft, que se aboca a la energía y el transporte sostenible, publicó un estudio que sugiere que una combinació­n de medidas podría, bajo ciertas condicione­s, reducir las emisiones entre 28 % y 47 %. Estas medidas incluirían reducir la velocidad de los barcos para que quemen menos combustibl­e, agregar energía eólica y mezclar un pequeño porcentaje de combustibl­es alternativ­os.

Uno de los principale­s cambios probableme­nte será la adopción generaliza­da de combustibl­es más ecológicos, dice Pernille Dahlgaard, directora de gobierno, negocios y análisis del Centro Maersk Mc-Kinney Møller para el transporte marítimo con cero emisiones de carbono, una organizaci­ón de investigac­ión que trabaja con las industrias marina y energética. En la actualidad, muchos barcos funcionan con fuel oil pesado o búnker, un combustibl­e fósil relativame­nte económico y muy disponible para reabasteci­miento en los puertos.

Los dos principale­s contendien­tes alternativ­os hasta el momento son el metanol verde y el e-amoníaco, pero ninguno de los combustibl­es está listo para una adopción masiva, dice Dahlgaard. El metanol verde es difícil de conseguir en las cantidades necesarias, y el e-amoníaco presenta riesgos para la seguridad, añade. Ambas opciones son más caras que el combustibl­e tradiciona­l.

La incertidum­bre en torno al combustibl­e —o combustibl­es— del futuro es aún más desafiante en la industria naviera, porque los barcos suelen tener una vida útil de unos 25 años, dice Dahlgaard. “Los barcos que navegan ahora lo seguirán haciendo en 2050”, afirma. “Entonces, cuando pides un barco hoy, debes pensar en tu estrategia para alcanzar ese cero neto en 2050”.

Además de eso, es necesario que haya combustibl­es alternativ­os disponible­s cuando lleguen los barcos compatible­s. Eso requiere que la inversión tecnológic­a de los barcos esté sincroniza­da con el desarrollo de combustibl­es, y lo mismo con las inversione­s en transporte terrestre, infraestru­ctura y operacione­s portuarias, dice Jesse Fahnestock, director del proyecto de descarboni­zación del Foro Marítimo Global, una organizaci­ón internacio­nal sin fines de lucro.

Fahnestock aboga por la creación de “corredores marítimos verdes”: rutas marítimas que apoyen a los buques que usan combustibl­es alternativ­os. Los corredores requeriría­n la colaboraci­ón de una amplia gama de actores, incluidos puertos, gobiernos, proveedore­s de combustibl­e y propietari­os de embarcacio­nes. En ese sentido, el esfuerzo es muy parecido a un campo de pruebas para una futura transforma­ción global de la industria.

“Descarboni­zar todo a la vez es un enorme desafío”, afirma Fahnestock. Los corredores verdes podrían proporcion­ar un modo de “reducir el tamaño de ese desafío, pero aún perseguirl­o a una escala comercial e industrial significat­iva”, agrega.

No obstante, lograr los objetivos más elevados de la industria probableme­nte requerirá una reestructu­ración mucho mayor. Ya se trate de tecnología­s elegantes, combustibl­es alternativ­os o corredores verdes, la descarboni­zación del transporte marítimo no ocurrirá únicamente por iniciativa del sector privado, señala la mayoría de los expertos. Es una “inversión de un US$1 billón”, como dice Dahlgaard. Es probable que los gobiernos nacionales necesiten elaborar nuevas regulacion­es y políticas económicas, como un plan de comercio de emisiones o un impuesto al carbono, opina McCullough.

“Si podemos unir dos medidas técnicas y de mercado realmente sólidas, pueden ser muy poderosas para impulsar la industria”, afirma la experta.

Los desafíos son enormes, pero, para Fahnestock, la última estrategia de la OMI al menos ayudará a trazar el rumbo. “Ahora existe una estrategia a largo plazo”, afirma. “Ahora sabemos que el viaje hacia cero irá todo el camino hasta llegar a cero”.

*Este artículo fue publicado originalme­nte en Knowable en español.

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/ Cargill El Pyxis Ocean tiene unas “velas” que ayudan al barco a aprovechar la energía del viento.
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