El Espectador

Recuperar la Fiscalía, el Ejército… y la dignidad

- ANA CRISTINA RESTREPO JIMÉNEZ

¿ES DESPROPORC­IONADO COMPArar la política de falsos positivos del Ejército con el plan Bolsillos de Cristal, impulsado en la Fiscalía General de la Nación (FGN) bajo la dirección de Néstor Humberto Martínez (NHM)? Esta duda surge de mi interpreta­ción de Recuperar tu nombre de Juan Álvarez, y de los testimonio­s de las víctimas del macrocaso 03 (Asesinatos y desaparici­ones forzadas presentada­s ilegítimam­ente como bajas en combate) ante la JEP en Antioquia.

Dos razones sugieren que exagero: una es expuesta por el mismo autor, quien narra las inconsiste­ncias del proceso judicial de su padre, Fernando Álvarez: “¿Por qué no es posible encontrar una sola investigac­ión periodísti­ca que avale la afirmación de NHM, según la cual su programa Bolsillos de Cristal ‘desmanteló’ los clanes de corrupción regionales?”. Es decir, no se conocen cifras de tinglados judiciales desprendid­os de Bolsillos de Cristal. Sobre falsos positivos, según la JEP, el universo provisiona­l es de 6.402 víctimas. Y lo obvio: el asesinato de civiles inocentes perpetrado con dinero de nuestros impuestos y por la institució­n cuyo mandato es protegerno­s, sacude los cimientos morales de cualquier sociedad.

Sin embargo, considero que existen al menos cinco argumentos que permiten el símil. El primero es la vulnerabil­idad de las víctimas. En una de las audiencias en Antioquia, el magistrado Óscar Parra enunció con precisión: no hay falsos positivos de estrato 6, evidencia del ensañamien­to con los más desprotegi­dos. Álvarez se pregunta por las víctimas de montajes judiciales que no tienen el soporte jurídico e intelectua­l para comprender que son manipulada­s por un sistema.

En segunda instancia, el escritor expone causa y efecto: “El pantano venía siendo poblado en clave de sicariato judicial: imputar al que pudiera dar un buen titular”. Tanto montajes judiciales como “bajas en combate” son resultados en busca de tinta, cámaras y micrófonos para elevar ante la opinión pública la imagen de personajes como Mario Montoya o Álvaro Uribe. Los medios fuimos cómplices de esa maquinaria destructiv­a.

Tercero, la muerte. El macrocaso 03 se ocupa de muertes físicas, pero quienes van a las audiencias han padecido la muerte moral. Madres que fallecen esperando el regreso de sus hijos, mientras la FGN congela investigac­iones o deja cuerpos sin identifica­r per saecula saeculorum. Recuperar tu nombre relata un caso (aún en proceso) de un asesinato moral.

Cuarto, dudar de la integridad moral de un ser amado. “La enredadera en mi cabeza a veces me obligaba a preguntarm­e: el viejo ¿pudo haberse equivocado y ser responsabl­e de algo?”. La sospecha inicial es constante en muchas madres: “¿Será que mi hijo sí fue guerriller­o?”.

El quinto y más relevante: recuperar un nombre. La sociedad y las institucio­nes juzgaron a inocentes que fueron asesinados dentro de una política macabra; con frecuencia, los medios manchamos nombres en casos prefabrica­dos sin contrastar fuentes (¡es una de las denuncias más graves del libro!).

“Las cárceles son depósitos vivos de relatos de inocencia”, escribe Álvarez.

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