¿Vargas Lleras, presidente?
NO ES SIMPÁTICO. NUNCA LO HA SIDO ni lo será. Tiene un genio de los mil demonios y hay quienes hasta le dicen Juan Charrasqueado (porque solo su madre lo recuerda con cariño). Tropero, poco diplomático, sabihondo. Si tiene carisma, es difícil de encontrárselo. Peleador y coscorronero, es imprudente y arrogante. “Mor dicho” —como dicen ahora—, quedaría de último en un concurso de simpatía.
Sin embargo con estos y otros defectos, podría ser el próximo presidente de los colombianos, para lo cual se ha venido preparando (y hasta impreparando) desde chiquito.
Ha ocupado los cargos más importantes del Legislativo y su paso por la Vicepresidencia de la República dejó una huella importante. Es decir, como se dice aquí en el Valle, está más preparado que un kumis, y eso de que es un Vargas que se cree un Lleras es una bellaquería propia de la culera bogotana.
Empero, en estas circunstancias, es uno de los dos precandidatos —junto con la Cabal— que tiene más opciones de darle la pelea al petrismo ya no por las buenas sino por las malas.
Y precisamente ese carácter y ese llamar las cosas por su nombre es lo que están buscando los colombianos que se están dando cuenta —ojalá no sea ya muy tarde— de que con agüitas tibias y diálogos concertados no vamos a ningún Pereira, porque la batalla que se viene no es para amateurs.
Estamos en un momento tan crucial que este personaje odiado, querido o lo que quieran, rodeado de un gran plebiscito nacional, tiene en sus manos, así en una de ellas le falten los dedos que le amputó la violencia guerrillera, la libertad y el orden que predica nuestro escudo nacional.
Amanecerá y veremos dijo el ciego. Y amaneció y…