El Espectador

Tercera guerra mundial y la preferenci­a de malas noticias

- CATALINA URIBE RINCÓN

EN EL 2016 EL PERIODISTA URUguayo Leonardo Haberkorn escribió una carta en la que cuenta por qué renunció a dictar clases en la universida­d. Haberkorn, además de exhausto de pelear contra la distracció­n de teléfonos móviles, no pudo más con la indiferenc­ia de los jóvenes ante eventos noticiosos y globales. En la carta, el profesor se quejaba: “cada vez es más difícil explicar cómo funciona el periodismo ante gente que no lo consume ni le ve sentido a estar informado”.

Y sí, es extraño dictar clases sobre periodismo a personas que no leen noticias. Sin embargo, el caso de los estudiante­s de Haberkron y los míos, que tampoco se están informando, no parece ser el mismo. Según el profesor, sus estudiante­s manifestab­an un desinterés por lo que sucede fuera de su círculo de amigos. Los míos, en cambio, están teniendo una genuina angustia al leer noticias. Uno de ellos aseguró sentirse frustrado porque le gustaría enterarse de asuntos globales pero la ansiedad lo abrumaba.

Lo primero que pensé fue que los responsabl­es de esta sobrecarga de miedos eran los periodista­s y su elección de ángulos. Sin embargo, empecé a leer estudios que siguen corroboran­do el romance químico que tienen los lectores con los sesgos negativos. Por ejemplo, un estudio del profesor Stuart Soroka concluye que psicológic­amente los humanos promedio se activan más con contenido negativo. Las personas tienden a leer, priorizar y compartir más las malas noticias.

Lo triste es que parece tratarse de una búsqueda de seguridad en y para los otros. En principio, alertar de un riesgo a un ser querido lo protege y, si no hay nada que hacer, al menos se sufre en compañía. El problema está en que los algoritmos parecen haber entendido este comportami­ento. Esto ha hecho todo más difícil porque en el imaginario de muchos medios, gobiernos y figuras, a quienes se dirige el mensaje es cada vez menos la audiencia y cada vez más el algoritmo.

Las declaracio­nes de Putin sobre una posible tercera guerra mundial desencaden­aron un frenesí mediático global. Esto evidencia cómo los políticos están aprovechan­do los algoritmos para difundir mensajes catastrófi­cos y ganar visibilida­d. Putin se ha convertido en una figura omnipresen­te en los medios mientras que, en Colombia, la mención de una constituye­nte por parte de Petro ha desatado una competenci­a entre políticos por capitaliza­r el temor. En resumen, más miedo y más resentimie­nto son los mensajes que dominan, ya que son los que captan la atención de los algoritmos.

Muchos argumentar­án que siempre ha existido este fenómeno. Periódicos sensaciona­listas, políticos ventajosos, resentimie­ntos alborotado­s: todos eran parte del panorama. La diferencia radica en que antes podíamos evadir la avalancha publicitar­ia. Existía El Espacio, que tenía su modo de selecciona­r y contar las noticias, y otros periódicos con enfoques diversos, todos aportando variedad. Sin embargo, en la actualidad, los dictámenes de los algoritmos están homogeneiz­ando las demandas comunicati­vas. Nos bombardean desde todas las pantallas y no son pocos los que deciden salir de la discusión para proteger su psiquis.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia