El Espectador

Los cinco proyectos viales en el delta en el olvido

- SANDRA VILARDY

LA NOSTALGIA SE INSTALA DE MAnera persistent­e en algunos rincones de la región Caribe y solo se disipa en ocasiones, cuando hay un proyecto que genera novedad o se reactivan discusione­s eternas al entrar en juego nuevas fechas de caducidad o nuevos actores. Entonces, de nuevo, en el delta del río Magdalena se agita la bruma de la nostalgia por el aire nuevo de las promesas del avance de las vías, que esta vez deben reconocer que se hacen en territorio­s del agua, deben reparar el daño de las primeras vías y ahora deben enfrentar los retos climáticos y sociales de este rincón del olvido.

Este fin de semana se sentaron la ministra de Ambiente, el gobernador del Magdalena y el Invías para reactivar una conversaci­ón institucio­nal sobre la doble calzada Ciénaga-Barranquil­la, los dos viaductos que se diseñaron para enfrentar la erosión costera y el empalme con la variante de Ciénaga. Dos proyectos viales más completan el panorama de la zona costera, de esa zona que tanto nos ha costado entender como un delta: el empalme con el nuevo puente Pumarejo y la polémica Vía de la Prosperida­d.

Cinco proyectos se están llevando a cabo en el primer humedal de importanci­a internacio­nal designado por Colombia en la lista de la Convención Ramsar en 1998: el sistema delta estuarino del río Magdalena, conocido como Ciénaga Grande de Santa Marta. Este humedal ha estado registrado en el inventario de Montreux desde 2017, un instrument­o de la Convención Ramsar que identifica los humedales en riesgo de perder su funcionali­dad ecológica. Sin embargo, estos cinco proyectos se han concebido de manera independie­nte, con diferentes actores involucrad­os y sin una coordinaci­ón adecuada, lo que representa un riesgo significat­ivo para evitar la repetición de errores del pasado.

Recordemos algunos de esos errores. El más conocido fue la construcci­ón, a finales de la década del 50, de la vía Ciénaga-Barranquil­la, que cerró cinco bocas de intercambi­o del delta con el mar, por donde entraban los peces del mar a reproducir­se en las lagunas costeras y ciénagas, lo que permitía que la Ciénaga Grande fuera una de las despensas pesqueras más importante­s del país en la mitad del siglo pasado, con registros de capturas anuales de 60.000 toneladas. Hoy queda menos del 10 %. El otro gran error, menos conocido, fue la construcci­ón de una vía paralela al río Magdalena, en los años 70, entre los municipios de Sitionuevo y Remolino, que taponó la entrada de agua dulce a los cauces de los antiguos brazos del río que alimentaba­n el delta. El cierre de las bocas del río y del mar impidió el flujo y reflujo del agua, acumulando el agua salada en las lagunas costeras. Así se hipersalin­izó el agua y los suelos, enfermando al manglar hasta su muerte, como lo vimos en los años 80. Además, se empobreció y olvidó aun más a los habitantes de la Ciénaga, que ven pasar por la vía la riqueza del país.

Una de las recomendac­iones de la misión de asesoramie­nto de la Convención Ramsar para el país, en enero de 2017, fue la necesidad de fortalecer la coordinaci­ón interinsti­tucional mediante la instancia más pertinente.

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