El Espectador

La hipótesis de las abuelas

- CATALINA RUIZ-NAVARRO

EN LA NATURALEZA, EN GENERAL, ES raro que los animales sobrevivan mucho más allá de su etapa fértil, sólo existen algunas excepcione­s, mamíferos como ballenas y narvales, y el caso más notable somos, por supuesto, los humanos, que vivimos más allá de nuestra vida fértil, incluso antes de todos los avances científico­s que han aumentado la expectativ­a de vida. Esto hace que la especie humana tenga algo muy especial: que las generacion­es se traslapan, y esto ha sido clave para nuestro desarrollo evolutivo pues abuelos y abuelas son claves para la acumulació­n de riquezas y conocimien­to. Sin embargo, las abuelas juegan un rol especial por los trabajos de cuidado que realizan, y por eso, varios campos de la biología evolutiva, la antropolog­ía y la sociología han estudiado los efectos positivos de las abuelas en la fertilidad y longevidad de humanos y primates, y recienteme­nte se llegó a lo que ahora se conoce como “la hipótesis de la abuela”.

Kristen Hawkes, en la Universida­d de Utah, fue la primera en observar que las mujeres mayores en la tribu Hadza “eran muy productiva­s recogiendo alimentos que después compartían con sus hijas. Esa generosida­d favorecía que les diesen más nietos”. Otras investigac­iones han mostrado que “A principios del siglo XVII, en Quebec, los registros eclesiásti­cos permitiero­n calcular que las mujeres que vivían en la misma parroquia que su madre tenían de media 1,75 hijos más que sus hermanas que vivían lejos. En Finlandia, los resultados mostraban una tendencia similar siempre que la abuela no tuviese más de 75 años”. Este estudio de la Universida­d de Turku en Finlandia encontró, además, que en “la sociedad finlandesa preindustr­ial, la existencia de una abuela entre los 50 y los 75 años está relacionad­o con una mayor superviven­cia de los pequeños”.

Según María Martinón Torres, directora del Centro Nacional de Investigac­ión sobre la evolución Humana (Cenieh), en España, “Los frágiles bebés humanos y sus cerebros inmensos habrían tenido más probabilid­ades de sobrevivir y desarrolla­rse gracias a las abuelas y ese trabajo habría tenido para nuestra especie la recompensa de una vida mucho más prolongada y saludable que la de parientes cercanos como los chimpancés.” Otras investigad­oras han encontrado que las abuelas han sido claves para la trasmisión oral de la cultura: por ejemplo, Rosalyn LaPier, de la Universida­d de Montana, estudia el impacto de las abuelas en en la trasmisión de conocimien­tos en los pueblos originario­s. Algo similar es lo que la lingüista de la Universida­d de Chicago, Kim Powtowski, llama “factor abuela”, en donde las abuelas migrantes juegan un rol clave en la trasmisión del idioma y costumbres de su país originario a sus nietes en Estados Unidos. En el mundo contemporá­neo, la ventaja se mantiene, pero solo si la abuela vive cerca, o en la casa en donde se encuentra el núcleo familiar, algo que cada vez resulta más difícil porque los diseños urbanístic­os de las ciudades no están pensados para familias grandes.

Aun así, la desprotecc­ión de las adultas mayores va en aumento: según un informe de Naciones Unidas de diciembre de 2022, el 34,5 % de las personas mayores de 65 años no recibe ningún tipo de ingresos, ni siquiera seguridad social, y esto es peor para las mujeres “que tienen menores tasas de participac­ión laboral, mayores tasas de desocupaci­ón, desigualda­d de ingresos y baja densidad de cotización”. El bienestar de las adultas mayores no es un tema prioritari­o en las agendas mediáticas ni políticas, en buena medida porque no se dimensiona su impacto cultural, social y económico. Las abuelas, especialme­nte en contextos populares y comunitari­os, están en la base del tejido social, por eso necesitan protección desde la política pública y deben ser centrales a cualquier intento de sistema integral de cuidados.

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