El Espectador

Conversar a distancia

- ATALAYA JUAN DAVID ZULOAGA

DESDE DOS PERSPECTIV­AS DISTINtas puede emprenders­e un análisis de los grupos de mensajería instantáne­a (WhatsApp, Telegram, etc.): bien desde el contenido del propio grupo, bien desde la psicología de las personas que lo conforman. Toda una sociología del comportami­ento se puede extraer de ellos, toda una psicología de los individuos y hasta del conjunto social se puede construir estudiando este fenómeno más o menos nuevo, pero siempre particular, de comunicaci­ón e interacció­n. Lo nuevo, se entiende, no es la conversaci­ón entre las personas, sino el medio que se emplea para tener charlas que pueden ser simultánea­s o que pueden sostenerse sin que conozcan dichas conversaci­ones un límite temporal, más allá del que sus integrante­s quieran darle al propio grupo.

Las conversaci­ones y los contenidos que se comparten en el grupo dicen tanto de la cualidad de cada uno de los integrante­s como de sus capacidade­s de comunicaci­ón y de interacció­n, que se ven reflejadas en todo lo que en él se genera. En lo dicho y en lo compartido —motu proprio o por medio de los contenidos que se envían— cada uno muestra sus preferenci­as e inclinacio­nes, de allí que haya unos que, taciturnos o silencioso­s, apenas si escriben palabra; otros hay que, impelidos por su facundia, no pueden dejar pasar una línea o un comentario sin que sientan que tienen que participar; también hay, y son muy comunes, los que quieren tener la última palabra… Todo tal y como ocurre en cualquier grupo de personas que se sienta a conversar. O casi. Porque es verdad que el hecho de no tener que sostener la conversaci­ón en directo y en viva voz, sino mediados por el aparato que envía el mensaje y sin necesidad de ver la cara del otro y sin necesidad, siquiera, de tener que hablar, puede servir para que alguno más tímido se sienta cómodo expresando sus opiniones o para que alguno que ama la conversaci­ón apenas si escriba una línea, pues está habituado al tempo del diálogo y a los ritmos de la charla, y no a los silencios de la pantalla.

Y como en toda conversaci­ón, también aquí hay los que se ofuscan, los que callan a su interlocut­or, los que interrumpe­n a cada rato, los que no dejan hablar a los otros, y hay también los que se van, del grupo o del recinto. Y están, claro, los que amenazan siempre con irse, pero se quedan, porque disfrutan tanto la charla como el amenazar con su partida.

Esperemos que sea propósito de enmienda, o al menos de reflexión, en estos tiempos de recogimien­to tener menos disputas políticas y más discusione­s culturales, dejar hablar al otro, atacar los argumentos y no las personas y, también, salir corriendo de los grupos en los que no se quiere estar. Ese, en verdad, debería ser el primer mandamient­o de estos nuevos grupos de conversaci­ón. @D_Zuloaga

‘‘Esperemos

sea propósito de reflexión en tiempos de recogimien­to, tener menos disputas políticas y más discusione­s culturales”.

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