El Espectador

El gran error de Ecuador

- MARÍA ÁNGELA HOLGUÍN CUÉLLAR

ES INCREÍBLE LO QUE VIMOS EN Ecuador. El viernes 5 de abril, la fuerza pública irrumpió de manera violenta en la Embajada de México, y sacó a la fuerza al exvicepres­idente Jorge Glas, quien estaba allí desde diciembre, solicitand­o asilo político.

En la historia de la Convención sobre asilo político (firmada en 1954), nunca había sucedido algo parecido en países democrátic­os. En dicha convención, el Estado que concede el asilo, en este caso México, es el que decide si los delitos por los cuales se le juzga al solicitant­e del asilo son interpreta­dos como una persecució­n política, esta es la regla de oro de dicha convención. No es una decisión del gobierno del Estado territoria­l (Ecuador), como lo menciona el gobierno ecuatorian­o en su explicació­n de lo sucedido, argumentan­do que los delitos por los cuales se juzga a Glas son delitos comunes. La manera en que ha debido expresar su desacuerdo era negando el salvocondu­cto que se requiere para salir del país. Extrañamen­te, en vez de negarlo decidió violentame­nte sacarlo de la sede diplomátic­a. Colombia tuvo el famoso caso de Haya de la Torre, en Perú, presidente del partido APRA, quien vivió en la sede diplomátic­a de 1949 a 1954 porque Perú nunca le otorgó el salvocondu­cto.

La extrema polarizaci­ón que vive el Ecuador, por cuenta de la guerra política que libra el gobierno contra el correísmo, es sin duda el marco para entender por qué el presidente Noboa toma una decisión de esta naturaleza. Independie­nte de lo que se piense de Jorge Glas y lo que este representa, no hay explicació­n al atropello contra la soberanía de México. Habrá que ver si le da réditos al interior del país para las elecciones próximas.

Ecuador hoy es miembro del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, donde no sé qué tanto vayan a ser respetadas sus posiciones después de haber asaltado violentame­nte una embajada. Paradójica­mente, el pasado 2 de abril el Embajador de Ecuador en el Consejo de Seguridad condenaba las acciones contra la seguridad de las misiones e invocaba las obligacion­es que emanan del derecho internacio­nal en cuanto a la inviolabil­idad de las sedes diplomátic­as y decía que toda trasgresió­n constituye un incidente grave, argumentos que utilizó para condenar el ataque de Israel a la sede iraní en Damasco. Pocos días pasaron de esta declaració­n para que el gobierno ecuatorian­o violara a su vez una sede diplomátic­a. Este hecho es un pésimo precedente para la región y su apego a las convencion­es de asilo político y a la de Viena sobre relaciones diplomátic­as.

Han sido muchos latinoamer­icanos a quienes la figura del derecho al asilo les ha salvado la vida y les ha dado oportunida­des de iniciar una vida nueva. Pensemos en los chilenos de la dictadura de Pinochet, los argentinos de las dictaduras militares y los venezolano­s perseguido­s por el régimen chavista desde 2002 hasta ahora. En Colombia son unos pocos casos, pero son emblemátic­os: se concedió asilo al expresiden­te peruano Alan García en 1992 y al venezolano Pedro Carmona de Venezuela.

México ha anunciado que demandará a Ecuador ante la Corte Internacio­nal de Justicia y es comprensib­le porque tiene que haber repercusio­nes por esta clara violación a la soberanía. Si no defendemos a viva voz en la región el derecho internacio­nal y el deber ser de las relaciones diplomátic­as entre países vamos a quedar en la ley de la selva: el que tenga más fuerza gana. Estamos viendo los desastroso­s ejemplos en el mundo y nadie puede hacer nada para frenarlos.

Los países de América han rechazado la acción del Ecuador a través de sus Cancillerí­as, pero es un tema sin duda de la OEA. Esperemos que los debates en ese organismo ayuden a que se respete la figura del asilo y la soberanía de los Estados.

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