El Espectador

No es un momento de un referendo

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EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA, Gustavo Petro, parece haberse rendido prematuram­ente en su intento por impulsar sus reformas en el Congreso de la República. Nuevamente insiste en el “poder constituye­nte” para que un “acuerdo nacional” se encargue de plasmar en la Constituci­ón el contenido de sus reformas, pero esta vez lo presenta en el marco de un referendo. Es curioso que el primer presidente de izquierda del país esté caminando las mismas vías que tomó en su momento el presidente Álvaro Uribe Vélez, quien, cansado de tener que tramitar sus proyectos en el Legislativ­o, gastó buena parte del inicio de su primer mandato en un referendo que ni siquiera alcanzó el umbral electoral.

En una publicació­n reciente en su cuenta de X, el presidente dijo que el poder constituye­nte que lleva varias semanas invocando “no necesariam­ente es una constituye­nte”, sino “permitir que la sociedad se exprese y decida ella misma a través de asamblea constituye­nte, constituci­onal o referendo constituye­nte, etc”. En su opinión, un referendo puede ser la oportunida­d de permitir que el pueblo se manifieste sobre una reforma agraria, otra política, otra judicial, otra a la salud, otra pensional, otra a la educación, otra laboral, otra al ordenamien­to territoria­l y que también cree herramient­as sobre la crisis climática. Si eso suena muy similar al plan de gobierno del presidente Petro es porque en efecto lo es, pero eso no es nuevo: desde el principio ha sido claro en que su idea de constituye­nte es que el voto popular le apruebe las propuestas que no ha podido tramitar en el Congreso. Lo que sí es novedoso es la idea de buscar un referendo, lo que puede significar que la Casa de Nariño está viendo muy difícil y costoso convocar una Asamblea Nacional Constituye­nte.

El problema es que un referendo no es mucho mejor. Primero, es evidente que el presidente lo quiere convocar porque su estrategia política sigue fracasando en el Congreso. De ser así, se sienta un precedente: todo mandatario que no pueda aprobar su plan de gobierno se volcará a una campaña perpetua en las calles para que estas refrenden sus propuestas. La democracia no funciona así y los mecanismos de participac­ión popular, aunque son valiosos, no pueden reemplazar a las tres ramas del poder público. Segundo, y quizás este es el argumento que debería persuadir a la Casa de Nariño, concentrar­se en un referendo es dejar de gobernar en los dos años largos que le quedan. Un referendo es costoso e implica la total atención presidenci­al, mientras que se lleva todos los reflectore­s del debate público. ¿Entonces las propuestas de reforma que aún se tramitan en el Legislativ­o deben darse por perdidas? Tercero: puede ser mucho esfuerzo para nada. En Colombia los referendos y plebiscito­s tienden a hundirse por la falta de participac­ión popular. ¿Es una apuesta que en verdad queremos hacer en este momento?

El presidente no debería perder el valioso tiempo de gobierno que tiene en globos constituye­ntes. Sin embargo, parece que es inevitable. La frustració­n con el Congreso, a pesar de que ha quedado en evidencia que sí hay maneras de obtener triunfos legislativ­os, lo ha llevado a atricherar­se en el populismo. Eso funciona en los discursos, pero administra­r requiere pragmatism­o y, ante todo, resultados. No es momento de un referendo, sino de gobernar.

Un referendo implica perder el tiempo de gobierno que le queda a la administra­ción de Gustavo Petro y es una apuesta riesgosa”.

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