El Espectador

Plata, plomo y votos: ¿hasta cuándo la parapolíti­ca?

- CRISTINA DE LA TORRE

FUENTE INCONSTRAS­TABLE DE VERdad sobre la parapolíti­ca -una alianza que dio lugar a la más cruel de nuestras violencias-, Salvatore Mancuso queda en libertad para revelar cuanto sabe como protagonis­ta del horror en el bando de las autodefens­as. Tiemblan los autores intelectua­les y se esconden tras la justificac­ión de haber librado guerra contra la guerrilla. Que también lo fue, pero menos como pretexto para exhibirse haciendo patria que como coartada para sellar un pacto homicida entre narcotrafi­cantes, paramilita­res, políticos y uniformado­s que reconfigur­ó el Estado y vastos espacios de la sociedad. Resuenan todavía sus palabras de inopinado héroe contrainsu­rgente ante el Congreso que en 2004 lo ovacionó: “como recompensa a nuestro sacrificio por la patria, dijo Mancuso, no podemos recibir la cárcel”. El sacrificio consistió en tortura, masacre, desaparici­ón, desplazami­ento y expropiaci­ón a sangre y fuego de sus fundos a millones de campesinos para hacerse con el poder e imponer las economías ilegales.

En libro de valientes que acaba de publicarse (Parapolíti­ca: historia del mayor asalto a la democracia en Colombia) recorre el texto de Claudia López orígenes, dinámicas y repercusio­nes del fenómeno. En su gestación contó la ilegalizac­ión de las Convivir en 1997: muchos amenazados por guerrillas fortalecid­as en el narcotráfi­co se reorganiza­ron en autodefens­as. Mientras las élites regionales se disputaban el favor de las urnas con partidos atomizados tras el desmonte del Frente Nacional, se arrimaron al narcoparam­ilitarismo y las autodefens­as. Favorecida­s por la descentral­ización y por el debilitami­ento de la figura presidenci­al con el “Proceso 8.000”, desafiaron las élites locales a la élite nacional. Miembros del notablato regional, de clanes políticos y herederos del cartel de Medellín se organizaro­n en autodefens­as: toda una federación nacional de bloques paramilita­res avanzó, en medio de una violencia atroz, hacia la toma del Estado.

Configurar­on estas fuerzas autoritari­smos regionales que proyectaro­n su influencia hacia el poder central: cooptaron institucio­nes, alcanzaron el 35 % de curules en el Parlamento y “monopoliza­ron los vínculos entre lo territoria­l y lo nacional”, escribirá López. En esta toma fueron los políticos quienes cooptaron a los paramilita­res, no al revés. Como fue un proyecto encarnado en el poder, encubierto desde el poder y articulado de lo local a lo nacional, le dio a la parapolíti­ca una dimensión que nunca alcanzaría la guerrillop­olítica o, ni siquiera, la narcopolít­ica.

Sin las FARC hay narcopolít­ica y, con ellas, hay parapolíti­ca: la sombrilla de la contrainsu­rgencia y el defenderse de las FARC fueron el umbral diferencia­l que provocó esa mutación. “Donde hay narcotráfi­co -explica- habrá narcopolít­ica, pero no necesariam­ente parapolíti­ca. Fue la toma de partido y la articulaci­ón del poder armado y político de agentes del Estado en favor de los narcotrafi­cantes paramilita­res lo que pasó a Colombia de la narcopolít­ica a la parapolíti­ca”.

Con todo, esta reconfigur­ación cooptada del Estado encontró obstáculos. No siempre perduró la alianza entre paramilita­res y políticos: el Gobierno de Uribe extraditó a las cabezas de las AUC. Por acción de las Cortes, los investigad­os por parapolíti­ca son hoy 136, los condenados 86 y hay más de 100 dirigentes locales judicializ­ados. Y se congratula López de que millones de colombiano­s y amplios sectores de la política ofrezcan resistenci­a a la presión paramilita­r, narco o guerriller­a.

Sabe Mancuso que la verdad es el primer derecho de los nueve millones de víctimas del conflicto. Y presupuest­o reparador en un país que no se humilla a la ominosa trilogía de plata, plomo y votos. ¿La dirá?

Cristinade­latorre.com.co

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