El Heraldo (Colombia)

La escoba ‘repelente’

- Por Antonio Celia C.

La escoba de antes era multiusos, pues además de servir para barrer y como medio de transporte de brujas, servía para espantar visitas. Bastaba colocarla volteada al revés, detrás de la puerta, para que la visita indeseada se fuera de la casa. Era una de las tantas creencias de antes. Aquellas viejas, que además de hablar más que cotorras se dedicaban a la chismograf­ía, llegaban a las horas más inesperada­s a ‘hacer visita’ y no había quien las hiciera ir. La única solución era ponerles la escoba y ¡santo remedio! Ellas tenían un fino olfato entrenado para detectar infidelida­des conyugales, chicas que tuvieran un ‘tropezón’ y conocían con pelos y señales las andanzas de ciertos ma- ridos ‘sinvergüen­zones’ que posaban de ‘santurrone­s’. Y cuando escaseaban las ‘caídas’, ellas las inventaban con tal de tener ‘la fresca’ para difundirla en el vecindario. La gran intimidad que había entre los vecinos les facilitaba su ‘trabajo’, pues allí no había nada oculto. Todo se sabía. No había la menor privacidad. Otro de sus aliados era la línea telefónica ‘party line’: una línea compartida entre dos o más usuarios, en la cual, mientras una persona hablaba, el otro usuario levantaba la bocina y se enterada de todas sus intimidade­s. Hoy, todo ha cambiado: los vecinos no se conocen y las visitas son cosa del pasado, pues no hay tiempo para chismosear. Y además, no hay nada que criticar, porque ahora ‘nada’ tiene nada de particular. Todo se vale. A los ‘acompañant­es clandestin­os’ les dicen nombres bonitos, como ‘novios’ o ‘tinieblos’, a los maridos les dan ‘permisos especiales’ y las chicas viven en ‘rueda libre’. Es el mundo moderno. Y como las escobas ya no son ‘de palito’ sino de plástico, ya no son ‘repelentes’.

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