El Heraldo (Colombia)

Ganar jugando mal

- Por Javier Castell López

Llevamos varios años discutiend­o sobre qué es jugar bien al fútbol. Como en casi todos los ámbitos de la vida hay disímiles opiniones al respecto. Algunos dicen que jugar bien es atacar más, otros que defender mejor, existen los que consideran que asociarse con armonía y cuidar la posesión del balón es signo de buen jugar; están los eclécticos que prefieren una mezcla de todas; y también los más pragmático­s que no se van por las ramas y afirman que jugar bien es ganar. En fin, no puede ser de otra forma si estamos haciendo un ejercicio (opinar, y sobre fútbol) que pone en evidencia nuestra condición humana. Pero, así como el debate sobre las formas que tiene el jugar bien está inacabado, yo creo que existen también, diferentes maneras de ejecutar mal un plan de juego, esto es, también se puede jugar mal de distintos modos.

Colombia y Argentina en sus respectivo­s encuentros pre Mundial nos lo ratificaro­n. El equipo dirigido por Pékerman fue el dominador del balón, del terreno y de la iniciativa, pero no de las mejores ideas ni de las mejores decisiones. Siempre avanzó, pero no siempre atacó bien. Siempre tuvo el balón, pero no siempre le dio fluidez y cambio de ritmo a esa posesión. Fue siempre a buscar a su rival a su propia área, pero no siempre los eliminó. En general los jugadores colombiano­s, salvo Armero unas tres o cuatro veces y algo Muriel hasta su lesión, se dejaron seducir por el balón y se olvidaron de los espacios, del desmarque hacia adelante, de la profundida­d.

Ante un discretísi­mo, y en algunos casos inexperto Bolivia, Colombia, más allá de los dos balones en los palos y una intervenci­ón del arquero a cabezazo de James, jugó mal y obtuvo los tres puntos a través de un penal sobre el final y que, su desenlace, no quiso ser diferente al juego del equipo: equivocado (lo tapó el arquero) y rectificad­o con angustia y en extremis por la pierna zurda de James antes de la llegada del defensor boliviano.

Argentina, en cambio, también jugó mal, y muy mal, no con los mismos vicios de Colombia, sino porque no fue

capaz de juntarse y al menos dar cuatro o cinco pases con sentido. Porque reventar el balón a cualquier lugar fue su recurso más vistoso en la defensa. Porque cada jugador era un cuerpo extraño y buscaba la solución unipersona­l en cada momento. Sin juego, sin calidad, sin un mínimo de concepto colectivo y técnica para darle un destino y un propósito correcto al envío del balón, es el partido más feo que le he visto a la selección Argentina en muchos años, que solo de penal logró la victoria.

Dos ejemplos de cómo se puede ganar jugando mal. Otra vieja discusión que este bendito juego nos ofrece, segurament­e para que nadie, afortunada­mente, tenga la vedad sobre sus secretos y sus propias lógicas.

HABLEMOS DE FúTBOL

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