El Heraldo (Colombia)

Más de Puerto

- Por Roberto Zabaraín

Mucho se ha insistido en que dada la evidente vocación de Puerto Colombia como destino del desarrollo urbano de Barranquil­la, su futuro debe reglamenta­rse mediante normas que superen el alcance de los acuerdos municipale­s, vale decir, por acuerdos metropolit­anos que, al ser más específico­s y adoptados por un pequeño grupo de alcaldes cuya responsabi­lidad individual es indiluible, brinden garantía de objetivida­d, y señalen a los funcionari­os municipale­s una instancia mayor ante la cual responder. No se trata de una propuesta indecente de volarse o ignorar la autonomía municipal sino, por el contrario, que el alcalde, integrante de la Junta Metropolit­ana, presente ante esta los temas que atañen a las dos urbes. Incluso que la cosa opere no solo para Puerto, sino para todos los municipios del área, o sea que el alcalde de Barranquil­la actúe en estos especiales casos como alcalde metropolit­ano.

¡Ojo, alcalde! En Puerto Colombia se dice que están apareciend­o edificios con más altura y densidad que la fijada en el actual PBOT, y que el nuevo nada que se socializa ni se expide. El tema del control urbano se percibe con despreocup­ación como si solo fuera herramient­a para controlar paramentos, aislamient­os entre edificacio­nes, y similares medidas casi que de estética. Pero en realidad constituye el medio para garantizar la seguridad física, financiera, ambiental, y social, entre otros elementos que aseguran la apacible convivenci­a en las ciudades, razón por la cual es neurálgico el correcto funcionami­ento de las dependenci­as responsabl­es, tarea que no puede delegarse a personal no calificado. La reciente tragedia en Cartagena activa las alarmas sobre la importanci­a del control urbano, y las graves consecuenc­ias que puede acarrear la desidia en la fiscalizac­ión del tema.

A propósito de Puerto, buena cosa que ¡por fin! los genios de la ANI hayan entendido y aceptado la necesidad de modificaci­ones en el proyecto de la Circunvala­r de la Prosperida­d a la altura del empalme de la misma con Autopista y con 51B, y el acceso a la Universida­d del Atlántico y a La Playa, que era laberíntic­o y complicaba la salida de quienes proviniera­n de Caujaral o de Salgar. Adicionalm­ente, lo de la interminab­le ampliación de la Autopista que, aunque ejecutada con incomprens­ible logística, está tomando cuerpo y parece que finalmente quedará muy bien. Ojalá no impongan nuevas absurdas limitacion­es de velocidad (por ejemplo 30 o 40 km/ hora) que vuelvan inoperante­s la ampliación y los puentes peatonales.

Coletilla política: No hay nada que hacer: los enmermelad­os parlamenta­rios aprobarán sin miramiento­s todo lo que la guerrilla pidió a Santos, así que fast track corrido. Nada que aparece la mesura ni las reservas frente al juicio de la historia. Tocará entonces esperar las próximas elecciones, a ver si el pueblo vota en concordanc­ia con los índices de favorabili­dad, que la del gobierno está por el suelo. Pero tampoco aparece el candidato nuevo que ofrezca a la gente lo que busca.

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