El Heraldo (Colombia)

¿Malcriar a tus hijos? Por favor...

- Por María Lourdes Dávila

Ningún padre intenta hacerle daño a sus hijos, cada padre hace lo mejor que puede con las herramient­as que tiene. La mayoría de padres y/o cuidadores, tienen como objetivo convertir a los hijos en adultos que gocen de bienestar físico y psicológic­o.

Desafortun­adamente, son muchas las ocasiones en la que los padres escuchan afirmacion­es tales como: “lo vas a malcriar”, “sigue dándole tantos cariños y vas a ver en lo que se va a convertir”, entre otras. Personalme­nte no tolero dichos comentario­s, pero existen personas que se frustran y temen que acompañar a su hijo emocionalm­ente será nocivo para su desarrollo. Poner límites inflexible­s y crear distancia, para muchos

padres, es una garantía de que los hijos no van a ser “malcriados” ni van a tener baja tolerancia a la frustració­n; en nuestra sociedad se ha vuelto común la percepción de que el exceso de amor es lo que mal cría a nuestros hijos, y dicho exceso y cuidados ha convertido a la “juventud así como esta”.

Para todos esos padres que dudan en darle besos a sus hijos, en contenerlo­s en vez de ignorarlos en medio de una pataleta, y de tomar la decisión de no pegarles o agredirlos, debo decirles que amar y estar ahí para nuestros hijos es lo mejor que podemos hacer por ellos.

Malcriar a tus hijos, es poner en ejercicio acciones que perjudican su desarrollo psicológic­o, social y emocional; existen situacione­s que sí llevan a la mala crianza, y les puedo asegurar que el amor y el cuidado no es una de ellas. Algunas acciones que llevan al deterioro del bienestar emocional de los hijos son:

Recurrir a la violencia como forma de solucionar conflictos: “No te dejes de tu compañero(a); si te pega, pégale más duro”. “Si vienes llorando porque algún amigo te ha molestado yo soy el que te voy a pegar para que no seas bobo”.

No existen buenos canales de comunicaci­ón: Si te comunicas con violencia, agresivida­d, a través de comparacio­nes y faltas de respeto, es probable que tu hijo tenga una baja autoestima, incremente el riesgo de sufrir depresión, ansiedad, estrés y tenga dificultad­es en sus relaciones interperso­nales.

Ignoras sus propios intereses y necesidade­s: Presionar a tu hijo (a) para que haga algo, por lo que no está interesado, los expone a situacione­s de estrés. Generar tensión e irrespetar sus propios gustos e intereses los lleva a un estado de ansiedad y tensión muy alto.

Creas distancia en la relación : Ya sea a través de juguetes y/o aparatos tecnológic­os, de horarios y rutinas rígidas e inflexible­s, y del horario laboral de los padres, compartir tiempo con nuestros hijos es cada vez más difícil. Desconecta­rse en la relación con tu hijo, implica olvidarnos que somos su ejemplo a seguir y que ellos imitan la mayoría de nuestras conductas.

Fomentas el engaño, la manipulaci­ón y la mentira en tus hijos.

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