¿Malcriar a tus hijos? Por favor...
Ningún padre intenta hacerle daño a sus hijos, cada padre hace lo mejor que puede con las herramientas que tiene. La mayoría de padres y/o cuidadores, tienen como objetivo convertir a los hijos en adultos que gocen de bienestar físico y psicológico.
Desafortunadamente, son muchas las ocasiones en la que los padres escuchan afirmaciones tales como: “lo vas a malcriar”, “sigue dándole tantos cariños y vas a ver en lo que se va a convertir”, entre otras. Personalmente no tolero dichos comentarios, pero existen personas que se frustran y temen que acompañar a su hijo emocionalmente será nocivo para su desarrollo. Poner límites inflexibles y crear distancia, para muchos
padres, es una garantía de que los hijos no van a ser “malcriados” ni van a tener baja tolerancia a la frustración; en nuestra sociedad se ha vuelto común la percepción de que el exceso de amor es lo que mal cría a nuestros hijos, y dicho exceso y cuidados ha convertido a la “juventud así como esta”.
Para todos esos padres que dudan en darle besos a sus hijos, en contenerlos en vez de ignorarlos en medio de una pataleta, y de tomar la decisión de no pegarles o agredirlos, debo decirles que amar y estar ahí para nuestros hijos es lo mejor que podemos hacer por ellos.
Malcriar a tus hijos, es poner en ejercicio acciones que perjudican su desarrollo psicológico, social y emocional; existen situaciones que sí llevan a la mala crianza, y les puedo asegurar que el amor y el cuidado no es una de ellas. Algunas acciones que llevan al deterioro del bienestar emocional de los hijos son:
Recurrir a la violencia como forma de solucionar conflictos: “No te dejes de tu compañero(a); si te pega, pégale más duro”. “Si vienes llorando porque algún amigo te ha molestado yo soy el que te voy a pegar para que no seas bobo”.
No existen buenos canales de comunicación: Si te comunicas con violencia, agresividad, a través de comparaciones y faltas de respeto, es probable que tu hijo tenga una baja autoestima, incremente el riesgo de sufrir depresión, ansiedad, estrés y tenga dificultades en sus relaciones interpersonales.
Ignoras sus propios intereses y necesidades: Presionar a tu hijo (a) para que haga algo, por lo que no está interesado, los expone a situaciones de estrés. Generar tensión e irrespetar sus propios gustos e intereses los lleva a un estado de ansiedad y tensión muy alto.
Creas distancia en la relación : Ya sea a través de juguetes y/o aparatos tecnológicos, de horarios y rutinas rígidas e inflexibles, y del horario laboral de los padres, compartir tiempo con nuestros hijos es cada vez más difícil. Desconectarse en la relación con tu hijo, implica olvidarnos que somos su ejemplo a seguir y que ellos imitan la mayoría de nuestras conductas.
Fomentas el engaño, la manipulación y la mentira en tus hijos.