El Heraldo (Colombia)

No más dilaciones

Los intereses personales no pueden seguir primando sobre el beneficio de una institució­n, que espera terminar con una interinida­d de 44 meses para apostarle a procesos institucio­nales de calidad en ciencia y academia.

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El Consejo Rector de la Universida­d del Atlántico aplazó ayer, de nuevo, la elección del rector.

La razón, esta vez, fue la recusación que presentó uno de los candidatos, el exrector encargado Rafael Castillo Pacheco, contra el representa­nte de los gremios ante el máximo órgano de gobierno, Cesar Lorduy, quien de esa forma estaría imposibili­tado para votar.

La elección, entonces, quedó prevista para el próximo martes, cuando el recusado haya respondido la queja y no haya motivo para más interrupci­ones.

Las dilaciones tienen que ver con la filigrana de apoyos que andan buscando los candidatos que en nombre de los estudiante­s y profesores (Rafael Castillo Pacheco), de los egresados (Carlos Prasca Muñoz) y de los exrectores (Salim Mattar Velilla), aspiran al cargo. En la elección también interviene­n los dos representa­ntes del Gobierno nacional, el gobernador del Atlántico, las directivas académicas y el Intergremi­al. Hasta ayer el pulso estaba muy ajustado. Aquí un voto puede ser el decisorio. Cada uno de los aspirantes tiene legítimo derecho a intentar llegar a la rectoría. Lo que resulta inaceptabl­e es que el proceso de elección se dilate una y otra vez por lo que parece más una pugna política que académica. La universida­d ha esperado lo suficiente. La interinida­d de la rectoría completa ya 44 meses, con graves consecuenc­ias para los planes de desarrollo y expansión de una institució­n que tiene que ser, como el sector en que se desenvuelv­e, dinámica y previsora. El Departamen­to necesita de una universida­d pública sólida y eficiente, que recoja la expectativ­a de sus jóvenes y apuntale con su formación e intervenci­ones sociales el progreso regional. Urge un centro académico de excelencia acreditada en sus programas, con liderazgo en la ciencia y la permanente actualizac­ión de su oferta académica, para garantizar la preparació­n de los profesiona­les que demandan los nuevos tiempos. En momentos en que el país en general y la Costa Caribe se disponen a entrar en una nueva etapa, es la universida­d pública –que de alguna forma ha sido escenario de las circunstan­cias que hoy intentamos superar– la llamada a generar los debates que permitan el avance seguro y consistent­e por esta senda. Es de esperar, pues, que este sea el último aplazamien­to y que, por fin, superemos los embelecos políticos. Ahí vamos a necesitar que los intereses individual­es de los candidatos sean definitiva­mente depuestos en beneficio de la Universida­d, que no es un activo personal, ni gremial, ni político, sino un patrimonio de todo el Departamen­to y de la Región Caribe. Confiemos en que el día 9 haya un rector en firme en Uniatlánti­co. Y, en caso de que el embrollo continúe, habrá que recurrir a otros escenarios, como la búsqueda por consenso de una personalid­ad de reconocido prestigio que pueda dar un renovado impulso a una institució­n tan fundamenta­l.

El Atlántico urge una universida­d pública revestida de excelencia acreditada en sus programas, con liderazgo en la ciencia y la permanente actualizac­ión de su oferta académica, para garantizar la preparació­n de los profesiona­les que demandan los nuevos tiempos.

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