Protocolo familiar
Quienes transitamos por el Diario La Libertad al comenzar el ejercicio de este oficio recordamos a Don Roberto Esper por su inagotable y sorprendente capacidad de trabajo y por la dedicación, casi apostólica, que le daba a sus múltiples y variadas empresas. Como es de público co- nocimiento, su fallecimiento hace poco más de un mes desató una agria polémica entre sus hijos, herederos por derecho propio de varios periódicos y emisoras de amplia trayectoria, entre otros tantos bienes.
Don Roberto era un personaje de la ciudad y varios de sus descendientes son ampliamente conocidos en las esferas sociales, comerciales y gubernamentales, por lo tanto el debate produjo interés, por un lado, y rechazo, por otro. Lo primero, por el morboso tinte telenovelesco del asunto. Lo segundo, porque es de sentido común que los trapos sucios se lavan en casa. La feroz lucha desatada entre dimes y diretes, mensajes de whatsApp y un aviso de primera página en el diario, que por fortuna no vio la luz, crearon una atmósfera que dejó un enorme sinsabor a quienes conocemos a algunos de los fraternos rivales.
Pero hay algo más: en esta ciudad los miembros de la polémica son personas apreciadas y forman parte de la vida diaria de mucha gente. Así que, por encima de razones en derecho o en verdades, la opinión pública cercana a los actores del conflicto hubiese preferido que esto no pasara. Pero pasó y quiera la vida que a estas alturas la conciliación esté en los cerebros y en los corazones de quienes tienen a su haber administrar la fortuna de Don Roberto y seguir su legado empresarial. No es un hecho novedoso que los herederos de pequeños o grandes emporios se empecinen en peleas por dinero, y en la mayor parte de los casos por territorio. El ego siempre está jugando malas pasadas a los seres humanos. Es por eso que muchas empresas han optado por lo que se denomina Protocolo Familiar, un mecanismo legal por medio del cual los herederos de una empresa se someten a una serie de condiciones impuestas por esas normas, las cuales son establecidas por especialistas en la materia. Varias compañías de la ciudad lo han implementado. Un muy buen ejemplo es Sempertex, una de las firmas más importantes del mundo en la fabricación de globos, fundada por Emil Loewy hace 79 años. Ahora es muy próspera en manos de sus hijos, que han sabido respetar las reglas consensuadas establecidas en su momento para preservar la empresa.
A estas alturas quien no tenga el Protocolo Familiar se expone a grandes riesgos, considerando que casi 80% de las empresas colombianas son conformadas a partir del emprendimiento en casa y sus socios son padre, madre e hijos. Los estudios en Colombia señalan que el riesgo es tal, que solo se mantiene con vida 51% de esas compañías. El caso Esper no sería materia de comentarios de todo tipo si se hubiera tenido a la mano el Protocolo Familiar, una reglamentación que tanto necesitamos los colombianos para comenzar a disfrutar y ejercer la paz desde el centro de la célula primigenia de la sociedad: la familia. mendietahumberto@gmail.com