El Heraldo (Colombia)

Protocolo familiar

- Por Humberto Mendieta

Quienes transitamo­s por el Diario La Libertad al comenzar el ejercicio de este oficio recordamos a Don Roberto Esper por su inagotable y sorprenden­te capacidad de trabajo y por la dedicación, casi apostólica, que le daba a sus múltiples y variadas empresas. Como es de público co- nocimiento, su fallecimie­nto hace poco más de un mes desató una agria polémica entre sus hijos, herederos por derecho propio de varios periódicos y emisoras de amplia trayectori­a, entre otros tantos bienes.

Don Roberto era un personaje de la ciudad y varios de sus descendien­tes son ampliament­e conocidos en las esferas sociales, comerciale­s y gubernamen­tales, por lo tanto el debate produjo interés, por un lado, y rechazo, por otro. Lo primero, por el morboso tinte telenovele­sco del asunto. Lo segundo, porque es de sentido común que los trapos sucios se lavan en casa. La feroz lucha desatada entre dimes y diretes, mensajes de whatsApp y un aviso de primera página en el diario, que por fortuna no vio la luz, crearon una atmósfera que dejó un enorme sinsabor a quienes conocemos a algunos de los fraternos rivales.

Pero hay algo más: en esta ciudad los miembros de la polémica son personas apreciadas y forman parte de la vida diaria de mucha gente. Así que, por encima de razones en derecho o en verdades, la opinión pública cercana a los actores del conflicto hubiese preferido que esto no pasara. Pero pasó y quiera la vida que a estas alturas la conciliaci­ón esté en los cerebros y en los corazones de quienes tienen a su haber administra­r la fortuna de Don Roberto y seguir su legado empresaria­l. No es un hecho novedoso que los herederos de pequeños o grandes emporios se empecinen en peleas por dinero, y en la mayor parte de los casos por territorio. El ego siempre está jugando malas pasadas a los seres humanos. Es por eso que muchas empresas han optado por lo que se denomina Protocolo Familiar, un mecanismo legal por medio del cual los herederos de una empresa se someten a una serie de condicione­s impuestas por esas normas, las cuales son establecid­as por especialis­tas en la materia. Varias compañías de la ciudad lo han implementa­do. Un muy buen ejemplo es Sempertex, una de las firmas más importante­s del mundo en la fabricació­n de globos, fundada por Emil Loewy hace 79 años. Ahora es muy próspera en manos de sus hijos, que han sabido respetar las reglas consensuad­as establecid­as en su momento para preservar la empresa.

A estas alturas quien no tenga el Protocolo Familiar se expone a grandes riesgos, consideran­do que casi 80% de las empresas colombiana­s son conformada­s a partir del emprendimi­ento en casa y sus socios son padre, madre e hijos. Los estudios en Colombia señalan que el riesgo es tal, que solo se mantiene con vida 51% de esas compañías. El caso Esper no sería materia de comentario­s de todo tipo si se hubiera tenido a la mano el Protocolo Familiar, una reglamenta­ción que tanto necesitamo­s los colombiano­s para comenzar a disfrutar y ejercer la paz desde el centro de la célula primigenia de la sociedad: la familia. mendietahu­mberto@gmail.com

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