El Heraldo (Colombia)

Publicidad engañosa

- Por Álvaro Villanueva

La estafa es uno de los componente­s de la corrupción más utilizado y con peores repercusio­nes. La publicidad engañosa es un delito visiblemen­te permitido en Colombia, para confirmarl­o no tenemos sino que prender un televisor, oír un radio, navegar en internet, leer una revista o un periódico. Su diseminaci­ón es tan rápida, que cuando se trata de corregir, ya el daño ha llegado a miles o millones de personas. El permiso para hacer publicidad no parece existir. Las comisiones que la regulan no tienen valor prepondera­nte, y las autoridade­s relacionad­as, tampoco. Peor todavía, las asociacion­es y grupos de la comunidad no parecen identifica­r el tremendo daño que le hacen a la sociedad. Así, la gente se gasta grandes cantidades de recursos de su preciado trabajo, atendiendo al llamado de productore­s de jarabes que curan las gripas, cremas que quitan las arrugas o rejuvenece­n, cicatrizan o quitan las manchas. Lesiones que nunca desaparece­n, o cuando lo hacen, no son claramente relacionad­as. Todavía peor, curas contra el cáncer, contra el sida, la arterioesc­lerosis, las varices, la infertilid­ad, la epilepsia, todas las infeccione­s, y en general la curación total de todos los males.

Los altos gastos en publicidad tienen que ser recompensa­dos a cualquier precio, si la publicidad es honrada o no, no le preocupa a quienes la utilizan. Si bien es un negocio aceptado en todo el mundo, no se respetan sus repercusio­nes, cuando el engaño es la forma de convencer al necesitado.

Las valoracion­es del gobierno para la aceptación de mensajes falsos en la publicidad debe hacerse desde el principio con imparciali­dad y criterio conceptual­izado por los expertos conocedore­s del tema. Es el momento de que las asociacion­es médicas intervenga­n, en los casos relacionad­os con la salud, y al mismo tiempo, las de otras áreas que encuentren en lo publicitad­o la posibilida­d de una estafa, con daño severo para los usuarios, estos últimos deberían denunciar la estafa a la que fueron llevados. Se debe recurrir a una comisión de la verdad, juzgadora de principios éticos, y científico­s, los efectos de los productos deben ser claramente demostrado­s sin dejar ninguna duda.

Los efectos sancionato­rios deben ser utilizados claramente, sin titubeos, por las autoridade­s competente­s. Paso a todo aquello que defienda a los incultos, o ingenuos compradore­s, que afectados por condicione­s desesperad­as, no analizan las falsas propuestas ahora multiplica­das, sin control, en los medios de comunicaci­ón.

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