El Heraldo (Colombia)

Sigue en marcha

- Por Andrés Quintero Olmos @QuinteroOl­mos

Durante el mes de marzo escribí en este diario que destacaba el relevo generacion­al que estaba proporcion­ando el candidato presidenci­al Emmanuel Macron en la política francesa. Atiné en que iba a ser el próximo presidente galo y que el golpe al tradiciona­lismo político iba a ser grandilocu­ente. Y así fue: hoy en día, todos los tenores de la política francesa andan desesperad­os, tienen las miradas perdidas y no se explican cómo pudo un joven de 39 años quitarles la Presidenci­a. Solo por el hecho de ver este revolcón valió la pena respaldar el fenómeno Macron.

Ahora bien, las elecciones legislativ­as en junio mostrarán si Macron tendrá el suficiente apoyo para poder –simplement­e– gobernar. Lo digo porque en Francia el que gobierna no es el presidente sino el primer ministro, que es nombrado por el presidente bajo la condición de que este sea apoyado por la mayoría parlamenta­ria existente, de ahí la importanci­a de los próximos comicios. Si en un mes los resultados legislativ­os son adversos al movimiento En Marche!, de Macron, el presidente no tendrá de otra que nombrar al candidato que la oposición parlamenta­ria considere. Esta posible y tan particular situación política se denomina ‘cohabitaci­ón’. ¿Cómo puede suceder esto? Acaece porque el sistema político francés no es ni parlamenta­rio ni presidenci­al, es híbrido. Expliquemo­s:

Francia conoció varios tipos de sistemas parlamenta­rios, el de su tercera (de 1870 a 1940) y cuarta República (de 1946 a 1958), pero ambos regímenes traumatiza­ron a los franceses. El primero fue erigido como el gran culpable de la “déculottée” (bajada de pantalón) con la que Alemania derrotó a Francia e invadió su territorio en mayo de 1940 en solo pocos días. El segundo, ya tras la Segunda Guerra Mundial, se caracteriz­ó por tener 24 gobiernos sucesivos en menos de 12 años. Este periodo es conocido como el de la ‘inestabili­dad ministeria­l’ y el de la impotencia gubernamen­tal, y dio lugar al trauma que tienen hoy los franceses con el sistema parlamenta­rio. Es a partir de este contexto que llega en 1958 Charles de Gaulle, como un mesías, a instaurar la quinta República. Su objetivo, en ese entonces, fue someter (o racionaliz­ar) el poder parlamenta­rio al presidenci­al, creando un poder cuasi monárquico del presidente pero bajo la única condición que este gane dos elecciones consecutiv­as: la presidenci­al y la legislativ­a. De esta manera, el poder del presidente francés es completo si controla la mayoría parlamenta­ria y es casi protocolar­io si no la controla.

Macron ya sabe por tanto qué hacer para que su elección no sea solo un saludo a la bandera. Sigue su marcha en vísperas de ganar la mayor cantidad de curules en el legislativ­o, y así poder ser de facto el superior jerárquico del futuro primer ministro, quien es el que constituci­onalmente gobierna a Francia.

Esquirla mayor: de los 1.541 franceses residentes en Colombia que votaron en la segunda vuelta presidenci­al desde Bogotá, 109 lo hicieron por Le Pen. ¿No les parece absurdo que existan franceses que vivan en Colombia, es decir, que sean inmigrante­s aquí, y voten por la candidata que quiere expulsar a los inmigrante­s en Francia?

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