Cuidado con el pastor
La Comisión Primera de la Cámara de Representantes votó en contra del referendo sobre la adopción, presentado al Parlamento con el respaldo de 2,3 millones de firmas, y liderado por la senadora Viviane Morales y su esposo, el pastor Carlos Alonso Lucio.
Resulta extraño que en esta época –y con la Constitución que tenemos– todavía haya espacios para discutir si un homosexual o un soltero o una viuda pueden o no adoptar niños sin hogar; este parecía ser un tema superado, sobre todo porque al respecto existe una jurisprudencia de la Corte Constitucional que garantiza la igualdad de derechos. Pero, una vez más el país comprobó que estamos lejos de ser una sociedad moderna; cada vez que se les ocurre, los grupos que comparten los valores del siglo XV buscan una oportunidad para devolvernos a las épocas del rigor, la segregación y la teosofía.
Al margen de la decisión de la Cámara Baja, que fue decente y ponderada, llamó la atención la presencia del pastor Lucio, un antiguo militante de la insurgencia, senador, asesor de paramilitares, protegido del ELN, investigado por estafa, cohecho y enriquecimiento ilícito, condenado por falsa denuncia e inhabilitado de por vida para hacer política. El nuevo protagonismo de Lucio, y su fervoroso interés en el asunto de la adopción, se puede explicar de varias maneras: su relación marital con Morales, una iluminación espiritual derivada de su tardía fe cristiana o el olfato de un viejo zorro que tiene en mente aprovechar su condición de líder espiritual para seguir haciendo política en las sombras.
Las tres son razones válidas, pero la última es la más peligrosa. Un pastor carismático, parlanchín, con conexiones políticas, casado con una senadora en ejercicio, con la posibilidad de influir en las decisiones civiles de miles de creyentes es la cuota inicial de una debacle. Porque no es un secreto que las iglesias protestantes crecen exponencialmente y que eso les ha otorgado un poder económico y político que no se puede subestimar.
A lo mejor, el regreso de Carlos Alonso Lucio al Capitolio es el comienzo de una larga carrera hacia el poder de una gigantesca organización empresarial que se vale de la fe de sus adeptos para conducirlos al lugar que sus líderes quieran.
Me imagino al pastor en la tarima de la predicación, instruyendo a su comunidad para que vote, para que se movilice, para que haga presión social sobre algún asunto del espíritu trasladado a la ley; me lo imagino vendiendo humo, como siempre, citando versos del Antiguo Testamento y procurando pasarse por la faja los mensajes de amor y tolerancia de Jesús; me imagino a la comunidad caminando como una recua mansa hacia donde Lucio les diga. Habrá que tener cuidado con esa mezcla explosiva entre religión y política que nos puede conducir hacia lugares oscuros.
Y uno que pensaba que ya con Uribe y sus feligreses teníamos suficiente.