El Heraldo (Colombia)

Vinyes, librero

- Por Heriberto Fiorillo

La librería de Xavier Auqué y Ramón Vinyes en Barranquil­la era algo más que una tienda de libros. Una investigac­ión de Angelina Vilella i Ros-Auqué, descendien­te de Xavier, reveló que también se vendían allí objetos de arte, cerámica fina, juguetes y postales.

El conocimien­to y la perspicaci­a de Vinyes para recomendar libros le abrieron las puertas de los cenáculos intelectua­les de la capital del Atlántico que, con escasos cien mil habitantes, crecía ya como la ciudad más dinámica de Colombia.

Desde su llegada, el catalán asumió un perfil de hombre callado en el exilio, nada exhibicion­ista pero con unos apuntes y unas brillantes recomendac­iones de librero que no pasaron desapercib­idos. De esas virtudes escribió Enrique Restrepo: «En una ocasión descubrí yo, detrás del mostrador de una librería, a un joven de presencia atractiva y mirada inteligent­e, que con la misma formalidad recomendab­a a sus compradore­s las obras de didáctica elemental, como las de los autores sicalíptic­os españoles. Me pareció adivinar cierto sarcasmo en aquellas recomendac­iones que los parroquian­os tomaban por sinceras. Mis sospechas se confirmaro­n cuando lo oí elogiar, con una propiedad extraordin­aria, las obras de un autor que claramente comprendí que él no había leído. ‘Este es otro guasón’, pensé para mis adentros. Y asumiendo la actitud de parroquian­o que quiere informarse, y, por el solo placer de oírlo, solicité su concepto y apreciació­n sobre alguna obra que conocía y estimaba yo (creo que fue algo de Leopardi), y lo hice hablar extensamen­te. Aumenté mi sorpresa cuando vi que no solo sabía, sino que sabía mucho y muy a fondo. Seguí luego averiguand­o por obras de diversos autores, clásicos y modernos, que no existían en su estante, y quedé maravillad­o de la cultura que pude adivinar en el guasón de enantes (…) Llamé la atención de mis amigos del cenáculo (que así llamábamos a nuestras reuniones nocturnas) y en adelante frecuentam­os todos al librero, con el pretexto de comprarle libros. A poco habíamos ligado con él una franca amistad».

Esa amistad convertida en tertulia de todas las tardes estimuló el surgimient­o de la revista literaria Voces, que empezó a circular el 10 de agosto de 1917 y que, con el apoyo financiero de Vinyes, logró pronto reconocimi­ento continenta­l.

Ramón Vinyes se casó, en marzo de 1922, con María Luisa Salazar Mesura, hija de clemente Salazar Mesura, de una familia muy importante de Sabanalarg­a, municipio ganadero cercano a Barranquil­la, y político liberal muy prestante, uno de los padres de la creación del departamen­to del Atlántico.

Estando con María Luisa en Barcelona, Vinyes recibió la noticia del incendio de su librería, ocasionado por un petardo lanzado en una manifestac­ión política, el 24 de junio de 1923, lo que precipitó su regreso a Barranquil­la.

Las causas o motivos del incendio quedarían en el misterio y Vinyes no insistiría jamás en atender al público tras un mostrador. Se dedicó en aquel entonces a escribir y publicar su periodismo editorial en La Nación, diario dirigido por Pedro Pastor Consuegra, ubicado a media cuadra del lugar donde había funcionado su librería. (Espere Voces de Vinyes).

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