La llamada
Ocurre que en esos días en que el cielo es una lámina grisácea, la urbe parece ajena y nos sentimos hondamente melancólicos y tremendamente frágiles. Como reza en la Canción de la Vida Profunda, de Porfirio Barba Jacob, son “días en que somos tan lúgubres, tan lú- gubres, como en las noches lúgubres el llanto del pinar”. Para aquellos que recargamos energías con el radiante sol del trópico, la llegada de las lluvias es una especie de intervalo que puede paralizarnos. Entonces te comienzas a sentir espectador de tu propia inmovilidad; se acaba tu libertad y el mundo pierde sus colosales dimensiones. Recluido, e intentando conjurar el sombrío cautiverio, haces piruetas, te sientas, caminas, das vueltas sobre ti mismo, pero el indomable invierno acaba por sumergirte en el estado de abstracción y resignación que caracteriza a los que viven entre brumas. Te acercas a las ventanas y ves reflejado en ellas a ese otro que te habita y desconoces. Lo miras con desencanto: es taciturno, pesimista, y, sin embargo, bien sabes que es tan auténtico como el uno vigoroso y optimista que ha crecido envanecido por los efectos del sol. Te reconoces en ese ser apesadumbrado y tu aparato emocional se descompensa, tu sistema inmunológico colapsa, y quedas a la deriva.
Sucede que en esa indefensión suena el teléfono y tú, cuyo nivel de serotoninas – que es la hormona del placer y del humor– ahora es minúsculo, contestas con apatía a un celular desconocido. ¡Ya está! Terminas siendo presa fácil de las ventas telefónicas que, aunque no pueden ser calificadas como fraude porque se mueven en un contexto de legalidad, utilizan estrategias de manipulación que tienen poco de éticas. Es el caso de una empresa que afirma ser encargada de informar los beneficios que por tu tarjeta de crédito recibes durante 10 años y, según dicen, ignoras. Comienzan –a manera de políticos en campaña– por nombrar los miedos contemporáneos. Te hablan de asistencia por emergencias en el hogar 365 días/año; de servicios veterinarios con asesoría telefónica ilimitada para perros o gatos registrados; de ayudas educativas para tus hijos; de asistencia al adulto mayor, y de servicio de ambulancias dos veces por año y auxilio de grúa con kilometraje ilimitado. Un argumento mercantil que repite varias cosas: tu nombre, la pregunta “¿está de acuerdo?” y la idea de que es gratis. Entretanto, obtienen información de tu tarjeta, su fecha de vencimiento y número de seguridad. Finalmente te pasan al encargado de la estocada mortal que, entre dientes, entre líneas, te dice que como usuario tienes cubierto el 90% de los más de 8 millones que costaba el plan de beneficios, y que solo debes asumir el 10% restante. Claro está que, si llamas a la entidad bancaria que respalda tu tarjeta de crédito, te dirán que ellos no saben de ese asunto. Así que, atento lector, si recibes la llamada no te dejes engatusar, no entregues información personal y cuelga el teléfono.