El Heraldo (Colombia)

Voces de Vinyes

- Por Heriberto Fiorillo

Voces, “la revista de Vinyes”, como le decían, empezó a circular el 10 de agosto de 1917 en Barranquil­la, y logró en poco tiempo un reconocimi­ento continenta­l. Sus principale­s integrante­s: Julio Enrique Blanco, Julio Gómez de Castro (nombrado director por su gestión eficaz en cristaliza­r el proyecto), Manuel García Herreros, José Félix Fuenmayor (solo publicó en ella una nota), Rafael Carbonell, Héctor Parias (e Hipólito Palencia, su seudónimo), Abraham Zacarías López Penha, Enrique Restrepo y, por supuesto, Ramón Vinyes, su espíritu inspirador.

En palabras de Enrique Restrepo, un colaborado­r permanente de la revista, “casi una declaració­n de principios, el ideario de Voces reflejaba la posición liberal, autónoma y generosa que, en beneficio de lectores e interlocut­ores, el Vinyes crítico revelaría a lo largo de toda su existencia.

“No hablamos de un autor sin que conozcamos su obra”, diría el llamado por García Márquez sabio catalán. “Sabemos que es mucho más fácil dar la opinión de una opinión que la opinión propia, pero no lo hacemos. Procuramos estar al corriente de cuanto sale de nuevo en libros y nuestro criterio es el que los agrupa sin prevención en contra ni afecto en pro. Así creemos que debe hacerse”.

Voces se declaró, de igual modo, espolón de batalla contra el prejuicio, la intoleranc­ia, la exclusión: “Batallamos contra lo negativo, contra los que encuentran en la obra de arte oscuridad, cuando la oscuridad radica en ellos; contra los que no aceptan otra manifestac­ión de la sensibilid­ad que la suya, estrecha y oscura”.

Voces sacudió el ambiente semirromán­tico y costumbris­ta de la literatura colombiana, oxigenando con su amplitud y rebeldía los rincones más tercos de la tradición, algo que reconocier­on los grandes valores nacionales de su tiempo. La escritura de León de Greiff encontró allí su más grande eco en la crítica de Vinyes; la poesía de Luis Carlos López, a uno de sus más lúcidos intérprete­s, y Gregorio Castañeda Aragón, a su mejor lector y amigo.

Después de ser comparada ventajosam­ente por la crítica con las grandes revistas de la América Latina, Voces dejó de circular en 1920, el mismo año en que Ramón Vinyes iniciara un repetido periplo de idas y venidas entre Barranquil­la y Barcelona.

En junio de 1923, ya casado con María Salazar (hija del político liberal Clemente Salazar Mesura) y sin su librería, devorada por un incendio, Vinyes empieza a escribir y publicar su periodismo en los editoriale­s de La Nación, diario dirigido por Pedro Pastor Consuegra, y desde esa trinchera fustiga a las fuerzas del poder; polemiza con los políticos de derecha y escribe en latín contra el párroco de la iglesia de San Nicolás, el más influyente de la ciudad.

El público devoraba los editoriale­s de Vinyes. Un día, el director Pedro Pastor lo abordó para decirle que un grupo de personas estaba interesado en publicar en un tomo, como libro, los mejores editoriale­s del periódico y le preguntó entonces si, como los suyos nunca llevaban firma, él podría firmarlos como director. Vinyes no se inmutó al responder:

–Pero si usted me los ha pagado, don Pedro. Son suyos. (Ya viene, El Vinyes político).

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