El Heraldo (Colombia)

Obras con lluvias, ¿casualidad­es?

- Por Humberto Mendieta

Despierta mucha suspicacia la constante demora en la terminació­n de las obras públicas en Barranquil­la, y la pregunta no sobra: ¿es casualidad que sean comenzadas o desarrolla­das en temporada de lluvias? Es un hecho que entorpece y encarece los resultados, nada nuevo en asun- to de infraestru­ctura. La presunción del ciudadano corriente lleva a creer que se trata de una acción premeditad­a, pero ingenieros constructo­res y funcionari­os tienen sus argumentos. Válidas son todas las explicacio­nes, pero para razones ciertas esa situación va en detrimento del erario.

Las obras que en Bogotá y Medellín se hacen en seis meses, en Barranquil­la pueden tomarse hasta 18. Es decir dos veces más. Hay al menos media decena de factores que inciden en este hecho, notorio, molesto y costoso. Los expertos en administra­ción pública y los constructo­res vinculados al sector oficial lo resumen en una explicació­n que involucra los mecanismos del Estado, las leyes, el clima y lo que en Colombia llamamos planeación, pero que en la práctica es un método rígido y torpe de llevar la administra­ción pública sin tener en cuenta la realidad nacional, la idiosincra­sia y la mala administra­ción del tiempo de los colombiano­s, en particular de quienes vivimos en la Costa Caribe.

Como un primer capítulo hay que anotar la participac­ión de los gobernante­s –alcaldes o gobernador­es–, quienes tienen una herramient­a básica, la cual es fundamenta­l para planear sus actividade­s durante los cuatro años que dura su periodo de gobierno. Se trata de los conocidos y cacareados planes de desarrollo, un compromiso creado en los años 70 y el cual es un instrument­o de gestión pública que se utiliza para impulsar el desarrollo social de un ente territoria­l, sea municipio, distrito, departamen­to o el país en general.

Segundo, esos planes tienen una programaci­ón que se hace por anualidade­s para adelantar las inversione­s, los proyectos y las metas. Se presume que a partir de este paso sale una óptima planeación contractua­l. Tercero, cada uno de los proyectos debe hacerse a partir de una metodologí­a, la cual es la siguiente: hacer completos estudios y diseños de la obra; establecer un presupuest­o; obtener las licencias y permisos; hacer la asignación presupuest­al que garantice la ejecución; proyectar un cronograma ajustado a la realidad y establecer el modelo de los pliegos para la licitación.

Hay aún más: el cronograma define los tiempos tentativos para ejecutar la obra, y en ese cronograma debe estimarse un factor muy de la cultura colombiana como son los días de fiesta. Luego viene un palo en la rueda de la realidad. Los presupuest­os oficiales se hacen por anualidade­s, o mejor dicho, por año fiscal que comienza infaliblem­ente el primero de enero y finaliza el 31 de diciembre. Ningún gobierno abre licitación el primer día de año con la resaca del año anterior, así que todos los procesos kafkianos de las obras públicas, sumados al calentamie­nto global, conllevan a la demora. Falta hace, piensa la gente, que se trabaje en feriados y de noche, como ocurre en otros lares.

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