Guerra avisada
Estamos frente a una tercera guerra mundial, y aún hay muchos que no se han dado cuenta. Comienzo mi columna con esta frase alarmante, pues creo que es hora de que todos entendamos que las reglas del juego han cambiado, y que, por ende, todos debemos tomar las medidas necesarias para prevenir convertirnos en heridos de batalla. Lo que sucedió la semana pasada con el ataque cibernético Wanna Cry, un ataque que dejó más de doscientos mil dispositivos alrededor del mundo afectados, y que les ha costado a muchas empresas miles y miles de dólares recuperar la información, es quizás la prueba reina de que hay que abrir los ojos, y de que tenemos que desprendernos de la utópica idea de que aquí no está pasando nada grave.
En un mundo en el que compartimos todo, en el que entregamos nuestra información personal fácilmente, en el que mostramos constantemente dónde estamos, qué comemos, y con quién compartimos nuestro día a día, y en el que aceptamos términos y condiciones que ni siquiera nos tomamos el tiempo de entender qué es lo que verdaderamente estamos firmando, tienen que existir medidas que velen por proteger la información de los que consumimos Internet.
En primer lugar, soy una convencida de que debe haber normativas que les exijan a todas las empresas seguir las instrucciones necesarias para evitar estar expuestos a este tipo de ataques, pues la mayoría de las compañías, en especial aquellas que manejan temas de interés público, son dueñas de una información vital de los usuarios, y es altamente peligroso que dicha data caiga en las manos equivocadas. Todas las empresas deben estar al día en temas de seguridad cibernética, pero, sobre todo, todos los empleados deben asumir un rol de protectores de la información. No puede ser únicamente el analista de seguridad el que esté al tanto del tema. Esto debe venir desde las directivas de la compañía, pues son ellos quienes tienen que comprender la seriedad de este asunto y los que tienen que tener claro que deben invertir en herramientas que eviten ‘darle papaya’ a estos criminales cibernéticos.
Por otro lado, creo que es también de suma importancia que exista una absoluta transparencia en cuanto a la distribución de la información se trata. Está bien que se quiera compartir una data, pero el usuario debe ser informado cada vez que eso se va a llevar a cabo. Para que no cunda el pánico, debe haber una confianza inquebrantable entre quienes entregamos la información y quienes la reciben. No se trata de no comprar por Internet, ni mucho menos se trata de no utilizar las redes sociales o las aplicaciones que tanto nos han ayudado a tener una mejor calidad de vida, simplemente se trata de educar a los civiles de la tecnología, es decir, todos aquellos que no somos ingenieros de sistemas, para que aprendamos a cuidarnos y para que podamos exigir nuestros derechos. Así como desde pequeños nos enseñan a cerrar con llave la casa cuando la dejamos sola, así mismo hoy debemos enseñarle a la gente a protegerse.
Porque el Internet es como el mar. Nos podemos bañar en él y podemos navegar por sus aguas, pero siempre debemos respetarlo.
El mundo de Turcios