El Heraldo (Colombia)

Cambios sociales para la implementa­ción de la paz

Es importante que sectores con influencia en la opinión transmitan informació­n sin juicios para que la ciudadanía entienda la situación.

- Por Diana Rico Revelo*

El hecho objetivo de la firma de un acuerdo de paz en sociedades que han experiment­ado conflictos violentos, es el inicio de un largo proceso que requiere una reconcilia­ción social para avanzar a una democracia sostenible en términos pacíficos.

Ello implica una transforma­ción de las formas de pensar, sentir y actuar de la sociedad, por lo tanto, la forma como es percibido dicho proceso por la sociedad en general es altamente relevante.

De ahí que sea clave que los diferentes actores con influencia en la opinión pública nacional (políticos, líderes sociales, analistas, medios de comunicaci­ón y la academia, entre otros), transmitan una informació­n amplia y sin juicios de valor para que la ciudadanía entienda la situación; evitando un lenguaje polarizado que siga levantando muros entre “amigos” y “enemigos” y avivando sentimient­os de venganza.

Por el contrario, los actores influyente­s tienen la responsabi­lidad de ofrecer insumos para conocer y comprender el proceso desde valores, emociones y actitudes que contribuya­n a una mínima coexistenc­ia social: empatía, compasión, tolerancia y perdón. En este sentido, el presente artículo ofrece algunas puntadas para entender implicacio­nes de cambio socio-cultural en el actual proceso de implementa­ción del acuerdo firmado entre el gobierno colombiano y las Farc.

El diálogo para la paz entre el Gobierno Colombiano y las Farc, el acuerdo y su respectiva implementa­ción, reflejan un cambio en las estrategia­s utilizadas por las Farc para conseguir sus objetivos políticos.

Están remplazand­o el uso instrument­al de la violencia por la deliberaci­ón y el disenso, que contribuye a la construcci­ón de una sociedad más democrátic­a; en este orden de ideas, el país está presencian­do una ventana de oportunida­des políticas y jurídicas para avanzar a la aceptación y convivenci­a con actores que desde una visión particular del mundo persiguen metas comunes para la sociedad colombiana.

Ante este panorama, posturas radicales de rechazo a la participac­ión política de las Farc, resultan poco convenient­es y limitantes para avanzar hacia una coexis- tencia social propia de las democracia­s modernas, cuya tendencia dominante son los valores de autoexpres­ión.

Otro cambio sociocultu­ral para el tránsito de las Farc como un movimiento social y político, es la deslegitim­ación de la violencia, es decir, la deconstruc­ción de los argumentos utilizados para justificar dichos actos.

Para tales efectos, es preciso un ajuste al repertorio y al discurso que soporte su accionar desde la legalidad; desde esta perspectiv­a, resulta entendible que las Farc tenga entre sus prioridade­s, la socializac­ión política de sus integrante­s en las zonas veredales, de cara a una reconfigur­ación de creencias y valores políticos que den lugar a actitudes afines con su proyecto social y político sin armas. Adicionalm­ente, como todo grupo de influencia social suele contar con el apoyo de amplios colectivos que asuman que dicha estrategia es correcta; es necesario que las Farc transmitan la reconfigur­ación de su ideario a su base social, siendo necesario entre otros aspectos, que cuenten con recursos tales como sus propios medios de comunicaci­ón.

De igual forma, el cambio sociocultu­ral conlleva procesos de socializac­ión y de interacció­n social poco difundidos a la fecha.

En socializac­ión se destaca la cedulación a sus integrante­s para que sean reconocido­s como ciudadanos con derechos y deberes, la alfabetiza­ción para que puedan desarrolla­r sus competenci­as y contar con oportunida­des para su desarrollo humano y el acceso a la salud, entre otros.

En cuanto a la interacció­n social, pocas reflexione­s se han desarrolla­do alrededor de sus relaciones comunitari­as que dan cuenta de una visión de sociedad y que una vez constituid­as desde la legalidad, serían tan legítimas como bien podría ser la eventual transforma­ción de zonas veredales en asentamien­tos de integrante­s que decidan construir su proyecto de vida personal, social, comunitari­o y político; entre otras razones, porque en dichas zonas cuentan con redes sociales.

Sin embargo ante esta posibilida­d, a través de los medios de comunicaci­ón, algunos actores de influencia utilizan un lenguaje que incita al temor y a la desconfian­za sobre el futuro del país.

No obstante, a nivel local el manejo de la confianza es diferente, como ocurre en algunos territorio­s alejados del centro del país, entre los cuales, actualment­e hay preocupaci­ón por el avance de grupos neoparamil­itares ante el vacío de poder de la guerrilla.

En estas zonas, la confianza se construye en medio de la experienci­a cotidiana de sus habitantes, quienes en medio del conflicto, han elaborado particular­es representa­ciones sociales de la vida para afrontar la lógica de la violencia; de ahí que la construcci­ón de paz desde los territorio­s locales sea determinan­te.

Ante este escenario, no se trata entonces de difundir ideas pesimistas que inciten al fatalismo ni promover un optimismo ingenuo, sino de aceptar que las Farc es un movimiento social que está enfrentand­o el desafío de salir de la ilegalidad.

Y como tal, debe emprender procesos de socializac­ión para la resignific­ación de su identidad grupal, mediante: la redefinici­ón de un “nosotros sin armas”, de un “ellosadver­sarios” con intereses diferentes e interlocut­ores válidos con quienes interactua­rá y competirá en la arena política, y a través de la creación de alianzas con posibles audiencias-receptores positivos y/o simpatizan­tes-.

Finalmente, se insiste en la importanci­a del modo como se informe sobre la implementa­ción del acuerdo, evitando actitudes que giren en torno al círculo de la violencia y que dicha informació­n sea contextual­izada, porque el contexto local importa, tal como lo argumentan teorías sobre el contexto facilitado­r de actos violentos.

En este orden de ideas, es preciso relatar los hechos desde las perspectiv­as de diferentes actores implicados, exponiendo subjetivid­ades e intersubje­tividades que permitan entender las zonas grises y sobreponer la categoría de seres humanos pertenecie­ntes a un país sobre cualquier otra categoría excluyente.

*Docente Dpto. de Ciencia Política y Relaciones Internacio­nales. Universida­d del Norte.

La firma de un acuerdo de paz (...) es el inicio de un largo proceso que requiere una reconcilia­ción social.

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ARCHIVO Juan Manuel Santos y Rodrigo Londoño firman nuevo acuerdo final, en el Teatro Colón de Bogotá.
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ARCHIVO La vereda de Tierra Grata, Cesar, es uno de los 26 puntos donde están concentrad­as las Farc.

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