Y sin embargo se mueve
Dyesde afuera ven a Colombia con admiración por su proceso de paz
así lo han expresado gobiernos (el más reciente, el de Trump) analistas y entidades internacionales. Sin embargo, ante la fría reacción de los colombianos ante el rechazo de los que prometen el desmonte de “los malditos acuerdos”, o ante eventos como el fallo de la Corte Constitucional sobre el fast track cabe preguntar: ¿le tenemos miedo a la paz? ¿La paz solo sirve si produce votos? ¿Deberá subordinarse la paz a las conveniencias de los partidos?
Pero entre la aclamación de unos y el rechazo de otros la paz se mueve, y día tras día produce hechos sorprendentes y estimulantes como el que se lee detrás de la foto que tengo delante en donde –algún lugar de La Habana– veo a Berta Lucía Fríes, una de las víctimas del atentado contra el club El Nogal que, con un diagnóstico de cuadriplegia, comenzó a luchar por su vida. A su lado está Iván Márquez. Ella había soñado su recuperación y la obtuvo; también había deseado este momento desde que, dentro del ambiente del proceso de paz, entendió que necesitaba perdonar.
Es solo un episodio; aquí sobre mi escritorio, documentados, tengo otros más que me demuestran que la paz mueve y se mueve.
Se cumplió el plazo de la entrega de armas y las que han recibido los delegados de Naciones Unidas suman una cantidad mínima. El hecho lo muestran y subrayan con sonrisa de triunfo los que desean que así se demuestre el fracaso del proceso. Entonces encuentro por segunda vez a Iván Márquez: ¿qué seguridad hay de que entregarán las armas? Le pregunta el periodista; –“¿Y para qué vamos a guardar armas si lo que vamos a hacer es política? La política no se hace con armas”; no es la primera vez que lo afirma y yo le creo. Esto no hubiera sido posible hace diez años, cuando ardía la guerra.
Y de nuevo sorprende una foto a toda página: el niño (4 o 5 años) recién bañado acaricia a su mamá que se sostiene en un solo pie frente al lavadero; el otro pie fue mutilado por una mina. Ella, guerrillera, ahora se dedica de tiempo completo a sus hijos. En los campamentos de las zonas veredales, en vez del ambiente rudo de cuartel, las parejas y sus hijos han introducido una nueva agenda que ya no es la de la guerra sino la de la ternura; no como un modo de vivir transitorio, sino como algo definitivo. La paz se vive allí al ritmo de la vida familiar. Es lo que han sentido esos siete guerrilleros que, después de 10 o 30 años, se han encontrado con sus familias merced a la operación reencuentro que, a través de internet, o de teléfono o de movilización de redes de conocidos, montada por la pastoral social de la Iglesia, ha logrado localizarlos y reunirlos.
Y entre el dinamismo y la alegría de las canchas de fútbol también se mueve la paz. El proyecto ‘Educación, formación y cultura para la paz, Fútbol y Paz’, es una iniciativa que acogieron los guerrilleros en las zonas veredales. Se trata de constituir tres grandes equipos de guerrilleros que participarán en una supercopa juvenil. Prevén los organizadores el saludable impacto de combatir pacíficamente en una cancha, que los acercará a las comunidades.
La paz está demostrando que ni el odio, ni la venganza, ni la mezquindad de los políticos han logrado paralizarla. Y lo demuestra moviéndose.