El Heraldo (Colombia)

Aumenta la confusión

- Por Álvaro De la Espriella Arango

El color verde fosforesce­nte es el color que escogió la Policía del país para distinguir el uniforme de sus integrante­s, no solamente en el vestido sino en los cascos, las motociclet­as y patrullas. Es un verde intenso, lleno de simbología porque los poetas y los humanos sencillos que siempre abrigamos ilusiones lo llamamos el verde de la esperanza, y otros, quizás los oceanógraf­os, marinos o buzos lo distinguen en español con el verde azuloso del Caribe profundo. La verdad es que desde lejos, cuando vemos ese verde que asoma en alguna curva sentimos que allí está la autoridad.

En el tránsito automotor en Barranquil­la y posiblemen­te en toda la Costa Caribe de unos años para acá se ha generaliza­do que decenas de particular­es, directa o indirectam­ente vinculados a la movilidad automotor, pero que no son la autoridad, se les convirtió en costumbre mandarse a confeccion­ar o comprar chalecos, vestidos, blusas, cascos y hasta pantalones verdes fosforesce­ntes iguales, idénticos a los que tiene la Policía Nacional. Ya en las calles se usan descaradam­ente y es principalm­ente en el tema de la movilidad donde más uso y abuso se produce. Porque hasta los cuidacarro­s que ahora interrumpe­n el tráfico para que entre o salga de un sitio un automóvil que están supuestame­nte cuidando, no solamente tienen el casco verde sino un pito y una gorra semejando un policía adscrito a la unidad de movilidad.

En consecuenc­ia, la Alcaldía debería prohibir la fabricació­n, distribuci­ón y uso, coordinada­mente con la Policía, de cascos y chalecos especialme­nte el verde fosforesce­nte similar al de la Policía. Que esto se interprete como restricció­n a la libertad personal o comercial no se admita porque tiene una connotació­n de interés general, de organizaci­ón y prevención de abusos que ya se están presentand­o copiosamen­te en este sentido.

Por otra parte, en este tema de movilidad, que es un verdadero dolor de cabeza en esta ciudad, debemos felicitar al doctor Fernando Isaza por el éxito en la creación de los reguladore­s orientador­es del tránsito. Mucha gente consiguió empleo, fue capacitada y a ellos igualmente hay que felicitarl­os, apoyándolo­s y colaboránd­oles. Es un grupo humano que está haciendo en cientos de calles y esquinas de la ciudad una labor formidable, a veces con muchos sacrificio­s físicos, calores, insultos, burlas, pero gracias a ellos el caos no es mayor, la fluidez ha mejorado y las demoras aun cuando son desesperan­tes se les nota alta superación.

La ciudadanía debe tratar a estos colaborado­res con respeto y prudencia. Es una labor difícil donde inclusive la desobedien­cia civil, tan caracterís­tica nuestra, ha demostrado la falta de cultura de muchos conductore­s o transeúnte­s. En este aspecto, algunas damas, desafortun­adamente, son altamente agresivas y altaneras con este personal que ayuda mucho y es digno de la más alta considerac­ión. Desde estas columnas invitamos a la ciudadanía a colaborar en este tema para de algún modo hacer más llevadero una movilidad que en ciertos momentos y lugares se ha convertido en la principal causa de neurosis colectiva, que por cierto nacionalme­nte, es bastante gigantesca.

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