El Heraldo (Colombia)

El derecho a parquear

- Por Manuel Moreno Slagter

Una persona muy cercana a mí tuvo hace poco un encuentro con alguien que no parece tener la menor idea de lo que significa vivir en una ciudad. Luego de estacionar su carro en un espacio demarcado, la persona a la que me refiero advirtió que inmediatam­ente después una camioneta hizo lo mismo justo detrás de ella, en un espacio que no estaba previsto para tal efecto y con lo cual obstaculiz­aba completame­nte su salida de aquel lugar. Ante la justificad­a petición al conductor para liberar el bloqueo, el agresor tuvo el descaro de hacer un reclamo salido de todo razonamien­to posible: argumentó que él también tenía derecho a parquear. Luego de un par de minutos, y casi a modo de favor, finalmente el desconcert­ado sujeto accedió a regañadien­tes a mover su vehículo, no sin antes volver a decir impertinen­cias y necedades que no vale la pena reproducir aquí. Más allá de censurar un comportami­ento que revela su pobre educación y escaso civismo, además de su carencia de la más elemental lógica, hay que explicarle a este señor que parquear no es un derecho, al contrario, es un privilegio al que estamos muy mal acostumbra­dos.

Si parquear fuese un derecho, como lo cree el personaje que mencioné, la ciudad sería un mar de estacionam­ientos. Habría, como tristement­e se ve en muchas ciudades norteameri­canas, lotes enormes dedicados a albergar carros, parches desiertos que rompen la vida urbana y generan vacíos desolados en el corazón mismo de las ciudades. Muchos textos han demostrado que ofrecerle prelación al vehículo particular configura ciudades que hacen insostenib­les los sistemas de transporte masivo. En los Estados Unidos este problema se suele solucionar con dinero, dado que casi todos sus ciudadanos pueden adquirir un carro y correr con los gastos que supone. Por el contrario, en nuestro país tal enfoque condena a la mayoría a transporta­rse de manera incómoda e indigna. No parece ser un esquema de desarrollo sensato.

En Barranquil­la parquear es prácticame­nte gratis. Salvo algunos lugares que cobran con algo de formalidad y los habituales espontáneo­s que piden unas monedas por ‘cuidar’ los vehículos, la utilizació­n del espacio público para estacionar un carro no tiene cobro alguno. Noticias recientes dan cuenta de un proyecto del Distrito para cobrar por este uso, ojalá que se logre implementa­r y no fracase, como sucedió con un intento anterior. Pero mientras eso logra concretars­e, seguimos viviendo la anarquía del parqueo sin mayor ley ni orden. Evidenteme­nte la implementa­ción de estos cobros, si se da, estará plagada de oposición y reclamos. Puedo imaginarme a los conductore­s indignados, segurament­e alegando que ya pagan un impuesto por usar las calles (no por parquear), e invocando, cómo no, algún sesgo o ideología política. Pero habrá que insistir, porque por muy complicado que sea, los barranquil­leros debemos entender que hay que pagar por ocupar el espacio público y que nada lo impacta más que los carros.

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