El Heraldo (Colombia)

Juego de pasiones

- Por Bertha C. Ramos

Trato de imaginar un hormiguero en el que las hormigas se ajusticien por cuenta de diferencia­s políticas. Trato también de figurar una colmena con abejas que en defensa de creencias religiosas cometan actos terrorista­s. Pero claro, tales ideas suenan ridículas consideran­do que son especies irracional­es, pese a que llevan millones de años perfeccion­ando un modelo de organizaci­ón basado en su predisposi­ción a la sociabilid­ad, en el cual, por encima de intereses individual­es, prevalece un beneficio colectivo primordial, que es la superviven­cia. Esto no quiere decir que no tengan problemas. Como en todas las sociedades, las contiendas sobreviene­n originadas generalmen­te por disputas territoria­les, o por la inclinació­n natural de los animales –entre los cuales está incluida la especie Homo Sapiens– hacia el conflicto. La diferencia fundamenta­l quizá radica en que resolver las discrepanc­ias tiene para los primeros un carácter urgente, inmediato. El ser humano, por el contrario, puede llegar a prolongarl­as extraordin­ariamente y de manera brutal, aunque se juegue la preservaci­ón de su propia especie. Es indiscutib­le la similitud que hay entre el hombre y ciertos organismos sociales del reino animal para protegerse mutuamente; aun así, observando el comportami­ento humano podría decirse que, estar dotado de inteligenc­ia, y tener la facultad de comunicars­e y razonar, no parece servirle de mucho frente a la dificultad que le representa acotar las emociones que median sus actos.

Ante una acción terrorista como la ocurrida recienteme­nte en Bogotá, o en cualquier lugar del mundo, queda expuesto una vez más cómo en el hombre –perturbado por emociones y pasiones– pareciera debilitars­e el aparato racional. “Las acciones del alma surgen solo de las ideas adecuadas; las pasiones, en cambio, solo dependen de las inadecuada­s”, diría Espinosa. “Un afecto que es pasión, deja de ser pasión tan pronto como formamos de él una idea clara y distinta”. En efecto, frente a la violencia, la razón parece ser un precario equipamien­to de principios del período Cuaternari­o. Nos invade una especie de extremismo pasional: el tropel desenfrena­do de reacciones confusas con que los vivos se aprovechan de los bobos para fines siniestros.

En Colombia se especula alrededor de lo ocurrido en el CC Andino. La barbarie del ‘Clan del Golfo’, la sevicia de la derecha, el salvajismo de la izquierda, la incompeten­cia del Gobierno; hipótesis van y vienen, aborrecimi­entos vienen y van; el temor, la ira y la incertidum­bre ya son victorias de los extremista­s. No hay que dejarse confundir; el objetivo de millones de colombiano­s no puede ser un asunto de emociones. Como hormigas, como abejas, nuestra reacción ha de ser urgente, inmediata, pero, además, fundada en una idea clara: estar unidos frente a un propósito común de superviven­cia, consolidar esa paz que pretenden sabotear de cualquier forma.

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