El Heraldo (Colombia)

Las armas de las Farc

- Por Humberto Mendieta

Contra todos los pronóstico­s y las voces de los malquerien­tes del proceso de paz, las Farc están entregando las armas. Aun consideran­do que muchos de quienes trabajaron a favor, o en los diálogos con la guerrilla, ahora estén peleando liderazgos mere- cidos o inmerecido­s. O como los funcionari­os que no ajustaron bien las tuercas de los compromiso­s en las zonas veredales y pretenden escudarse tras la anarquía de la desinforma­ción en Colombia.

Pero la entrega, hecha ante un organismo internacio­nal que tiene todas las charretera­s para auditar y avalar esa delicada operación, no da discusión. Nadie pone en duda la ONU, ni el mismo Álvaro Uribe, a quien ronda la duda de todo lo que no sea hecho o ejecutado por él.

Hay que ser torpe, ciego y fundamenta­lista para no aceptarlo, o estar obnubilado por algún resplandor mesiánico y caudillist­a que puede llevarnos al despeñader­o. O –tómenlo con beneficio de inventario– porque la guerra es un gran negocio y muchos pelechan de ella. Armas, balas, uniformes, botas, pertrechos en general. Eso cuesta, y mucho. Ser intermedia­rio u ordenador del gasto en esos menesteres implica manejar muchos recursos públicos amparados en el argumento del sigilo obligado de la seguridad nacional.

En aras de un sano debate estimemos que les cabe algo de razón a quienes basados en otras experienci­as han visto con desconfian­za el proceso, pero a estas alturas hay que tener el corazón amarrado a la guerra para seguir lanzándole flechas con curare a la paz, cuyo vertiginos­o vaivén es solo comparable con una montaña rusa.

La entrega de armas es un hecho tan obvio que negarlo o especular para crear dudas o lograr protagonis­mos es contraevid­ente frente a las imágenes divulgadas en los medios de comunicaci­ón. Hay que andar con cautela, pero este es un hecho veraz al que no le cabe la típica mala leche colombiana del comentario mordaz o de la posición escéptica para fungir de analista profundo.

Coletilla: Hemos perdido la cuenta en Colombia de cuántos exfunciona­rios vinculados al gobierno de Álvaro Uribe Vélez están tras las rejas o los andan buscando. La más reciente noticia es sobre Edmundo Del Castillo, quien se desempeñó como secretario jurídico de la Presidenci­a de la República desde 2007. El delito que se le imputa es concierto para delinquir y el señalamien­to está basado en las pruebas que tiene en sus manos la Fiscalía General de la Nación por las chuzadas del DAS. Otro más en la lista, también cercanísim­o a Uribe Vélez, es César Mauricio Velásquez, ex secretario de prensa de la Presidenci­a. Ojo, lo dicho por la justicia en este caso es de suma gravedad, como que Del Castillo concertó con otros funcionari­os y expertos en tecnicismo­s telefónico­s escuchar las conversaci­ones de magistrado­s de la Corte Suprema de Justicia. El único que no se moja en la piscina es Uribe.

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